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Investigación de la Universidad de Michigan revela la forma en que el cerebro responde a los sabores placenteros y la manera como cambia el gusto

31/10/2006

ANN ARBOR, Michigan—Todos tenemos sabores que nos gustan y otros que nos disgustan. Sin embargo, nuestro “gusto” por ciertos sabor comidas, puede cambiar a través del tiempo, al envejecernos o al cansarnos de comer lo mismo.

Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan, U—M, arroja nueva evidencia de lo que sucede en el cerebro cuando probamos algo que nos gusta, o desarrollamos gusto por un alimento que anteriormente detestábamos.

Aunque este estudio utilizó ratas y no seres humanos, tiene consecuencias directas en la comprensión sobre la manera en que percibimos el placer y las razones por las que algunas personas desarrollan problemas como el abuso de drogas, depresión o anorexia, que dejan fuera de balance la zona de las respuestas al placer.

En la edición de Noviembre de la revista Neurophysiology, investigadores de neurociencias y psicólogos de la U—M informan sobre los descubrimientos tras una observación directa en el área del cerebro conocida como palido ventral. Ubicada en la zona profunda del cerebro, es una especie de central de tráfico para señales de distintas áreas del cerebro, que procesan los sabores y las sensaciones de placer.

Los investigadores siguieron la actividad de células cerebrales mientras las ratas recibían agua, agua salada y agua azucarada directamente en la boca. También registraron como se comportaban las ratas mientras probaban los distintos preparados, incluyendo las señales de que les había gustado o disgustado el sabor. También, repitieron las pruebas cuando las ratas fueron tratadas con drogas que redujeron de manera importante los niveles de sal en sus cuerpos.

Inicialmente, las ratas se comportaron de manera negativa tras probar un preparado con un fuerte contenido de sal, al compararse esta reacción con la que tuvieron al recibir agua o agua azucarada. Su actividad cerebral en la zona del palido ventral fue también mucho menor en respuesta al agua con sal.

Sin embargo, cuando los investigadores colocaron a las ratas en un estado de privación de sal, utilizando una combinación de dieta y de hormonas que causan la eliminación de sal, el cuadro cambió. De pronto, la actividad cerebral al recibir el agua con sal aumentó a los mismos niveles a los que tenía antes cuando recibía el agua azucarada. El efecto duró hasta que la sal en los organismos de las ratas volvió a sus niveles normales, pero este efecto pronto se agotó.

“Transformamos algo que no era placentero en algo que de pronto cambió y cuando lo hicimos, las neuronas que estábamos estudiando, intercambiaron su respuesta” dice J. Wayne Aldridge, un investigador adjunto del Departamento de Neurología de la Escuela de Medicina de la U—M. “El placer ha sido tradicionalmente uno de los problemas más difíciles de medir para la neurociencia, pero estos resultados acentúan la manera en que es representado en la actividad cerebral”.

En una editorial que acompaña al estudio, los investigadores de la Universidad de North Carolina, Robert Wheeler y Regina Carelli califican la investigación de “elegante” y sus resultados como un “avance profundo” hacia la comprensión sobre la naturaleza del placer en sí, más que en los comportamientos y acciones que desencadena.

Aldridge colaboró en el estudio con el antiguo estudiante de posgrado de la U—M Amy Tindell, y Kent Berridge, profesor en el Departamento de Psicología en la Escuela de Literatura Ciencias y Artes.

“Estos resultados revelan un tipo de código cerebral Morse para el placer” dice Berridge. “Entre más rápido se encienden las neuronas, el sabor parece hacerse más placentero. La prueba más difícil para un código del placer es saber si la señal en el cerebro puede rastrear el cambio de desagradable a agradable. El hecho extraordinario es que las neuronas pasaron la prueba”.

Aldridge advierte que un efecto análogo ocurre en la vida diaria de los seres humanos, cuando una comida favorita se hace menos atractiva después de haberse dado el gusto de manera excesiva con esa comida

“En cada momento, este proceso de información de bajo nivel en el cerebro, nos ayuda a reaccionar a lo que queremos o no queremos”, dice. “Estas neuronas responden a un sabor muy placentero o no tan placentero”.

La investigación sobre la manera en que estas neuronas se encienden para anunciar el placer es importante, no sólo para saciar la curiosidad, advierte el investigador. El palido ventral es una región en el cerebro muy importante para el placer y el deseo. Si los modelos de encendido se equivocan en el palido ventral, puede contribuir a trastornos de la alimentación, anorexia y drogadicción.

Eventualmente, la activación en el palido ventral en la respuesta a sabores placenteros puede ser también de utilidad en técnicas de representación gráfica del cerebro. En general, dice Aldridge, el nuevo estudio “es un muy buen ejemplo de como experimentos con animales nos ayudan a entender el cerebro humano. Si podemos entender como el cerebro genera los placeres normales, puede que tengamos un nuevo foco para tratamientos efectivos en personas imposibilitadas de experimentar los placeres normales”.

Además de Tindell, Berridge y Aldridge, otros autores del estudio incluyen a Susana Pecina, estudiante de posgrado Kyle Smith. El estudio fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud y la Fundación Nacional de Ciencias.

Referencia: J. Neurophysiol, 96: 2399—2409, Noviembre 2006; Editorial: J Neurophysiol 96: 2175—2176, Noviembre 2006

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