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Disminuyen adultos mayores estadounidenses con impedimentos cognitivos

20/02/2008

ANN ARBOR, Mich.—Aunque es demasiado pronto para dar por extintos los “instantes de vejez” aparentemente la pérdida de memoria y los problemas de pensamiento se están tornando cada vez menos comunes entre las personas mayores en Estados Unidos.

Un nuevo estudio nacional representativo muestra una tendencia descendente en la tasa de “impedimento cognitivo”—una denominación que incluye desde la pérdida significativa de memoria a la demencia y el mal de Alzheimer—entre las personas mayores de 70 años de edad. La prevalencia de los impedimentos cognitivos en este grupo de edad bajó 3,5 puntos porcentuales entre 1993 y 2002, del 12,2 por ciento al 8,7 por ciento lo cual representa una diferencia de cientos de miles de personas.

Si bien las razones para esta disminución no se conocen plenamente, los autores explican que los ancianos del presente tienen más probabilidades de haber tenido una educación formal, un estatus económico más alto, y más cuidado por factores de riesgo tales como la presión arterial elevada, colesterol alto y tabaquismo, que pueden amenazar sus cerebros.

De hecho entre las 11.000 personas que participaron en el estudio las que tenían más educación formal y mayor riqueza personal eran las que tenían menos probabilidades de padecer impedimentos cognitivos.

Otro punto interesante es que los ancianos más educados que tenían impedimentos cognitivos eran los que tenían más probabilidades de morir en un período de dos años. Pero los investigadores señalan que esto, realmente, puede ser resultado de un efecto protector de la mejor educación sobre la “reserva cognitiva” de una persona, esto es su capacidad para soportar más deterioro del cerebro antes de que comiencen los problemas de pensamiento significativos.

El estudio se publica hoy, Miércoles, en la versión de Internet de la revista Alzheimer’s and Dementia fue realizado por un equipo encabezado por dos médicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan y sus colegas. La investigación se sustenta en datos del Estudio de Salud y Retiro (HRS por su sigla en inglés), una encuesta nacional de las personas ancianas financiada por el Instituto Nacional de la Vejez, con base en el Instituto de Investigación Social de la UM (ISR por su sigla en inglés).

El autor principal Kenneth Langa dice que las conclusiones traen buenas noticias para los ancianos y apunta que los nuevos datos sustentan las teorías recientes acerca de cómo puede protegerse y preservarse el cerebro.

“A partir de estos resultados podemos decir que la salud cerebral entre los ancianos en EEUU parece haber mejorado en la década estudiada y que la educación y la riqueza parecen ser una pieza importante en el rompecabezas”, señala Langa, profesor de medicina interna que trabaja también en el ISR y el Sistema de Salud de la Administración de Veteranos en Ann Arbor.

“Sabemos que el estímulo mental tiene un impacto sobre la forma en que tiene sus ‘cables’ el cerebro de una persona, y que la educación al comienzo de la vida ayuda a conformar la reserva cognitiva de una persona. También sabemos que la salud cardiovascular tiene un vínculo estrecho con la salud cerebral”, continúa. “De modo que lo que vemos aquí, quizá, sea el efecto acumulado de una mejor educación y una mejor prevención cardiovascular entre las personas mayores de 70 años de edad en 2002, comparadas con las que eran mayores de 70 en 1993”.

El análisis del equipo investigador, de hecho, sugiere que aproximadamente el 40 por ciento de la disminución del impedimento cognitivo en el curso de una década probablemente se debió al aumento en los niveles de educación y de riqueza personal entre los dos grupos de ancianos estudiados en las fechas diferentes.

Langa agrega que los requerimientos de asistencia escolar, las tasas de graduación de la escuela secundaria y las tasas de matriculación en las universidades o las escuelas técnicas aumentaron todas durante los años cuando estos adultos en el estudio eran niños y adolescentes. En 1990, el 53 por ciento de las personas mayores de 65 años de edad tenía diploma de la escuela secundaria, pero para 2003 esa proporción había aumentado al 72 por ciento. También subieron los índices de ancianos con educación universitaria, del 11 al 17 por ciento. En años recientes la investigación ha sugerido que cuanta más educación reciba una persona en su vida temprana más será capaz su cerebro de mantenerse vivaz y activo más tiempo.

Al mismo tiempo el uso de medicamentos que reducen el colesterol, los fármacos para reducir la presión sanguínea y otros medicamentos y estrategias de prevención de salud cardiovascular aumentaron sustancialmente durante la década de 1990. Estos factores pueden haber contribuido en la protección de la función cerebral de los ancianos al disminuir la incidencia de demencia vascular—los problemas cognitivos causados por mini infartos, infartos y la disminución del flujo sanguíneo hacia y dentro del cerebro debido al endurecimiento u obstrucción de las arterias.

Una mejor salud cardiovascular combinada con más educación y riqueza también explicaría por qué las tasas de muerte dentro de los dos años fueron más altas para las personas con impedimento cognitivo que tenían educación elevada. Una buena reserva cognitiva puede proteger al cerebro de los daños menores, manteniéndolos intactos por más tiempo para el pensamiento y la memoria si encuentra una forma de eludir y pasar el área dañada. Pero cuando ocurre una crisis mayor, tal como un infarto, la reserva restante puede agotarse rápidamente y la muerte llega más rápido.

Richard Suzman, director del Programa de Investigación Social y de la Conducta en NIA, elogió las conclusiones.

“La tendencia hacia un mejoramiento del estatus cognitivo es coherente con una disminución sustancial en la discapacidad crónica entre las personas ancianas en EEUU a lo largo de las últimas dos décadas, especialmente en las áreas de función cotidiana que dependen de la cognición. Será importante puntualizando la influencia de factores tales como una mayor educación, el ejercicio, los medicamentos, la salud cardiovascular, y el estilo de vida para descubrir cuáles contribuyeron a esta tendencia y también para replicar las conclusiones en otros estudios”, dice.

El estudio divide a los individuos en cuatro categorías—sin impedimento cognitivo, y con impedimento cognitivo leve, moderado y grave—sobre la base de su desempeño en una prueba cognitiva estandarizada. Pero los autores advierten que no pudieron indicar cuáles pacientes padecían demencia verdadera, lo cual requeriría una información clínica adicional, o mal de Alzheimer, lo cual puede determinarse positivamente solo en la autopsia. Sin embargo, el punto de corte para las diferentes categorías de impedimento cognitivo se apoyaron en estudios previos y en datos de un nuevo sub estudio del HRS diseñado para la identificación específica de la demencia.

Mientras que el nuevo estudio muestra una disminución de la prevalencia del impedimento cognitivo a lo largo del tiempo, los investigadores apuntan que los avances logrados en los años 1990 y 2000 podrían ser contrarrestados por el daño posible si la actual epidemia de diabetes tipo 2 sigue aumentando entre los ancianos, y si las personas que actualmente tienen edad media o son más jóvenes continúan con sus hábitos insalubres de comidas y ejercicio que les llevan a peso y presión arterial nocivos.

Aún si la proporción de adultos mayores con impedimento cognitivo sigue disminuyendo el número total de adultos mayores con impedimento cognitivo y demencia probablemente aumentará significativamente debido al enorme aumento en el amaño de la población mayor de 65 años de edad al tiempo que la generación del “baby boom” (los nacidos entre 1946 y 1964) pasa a la ancianidad en las décadas próximas.

“Esta realidad demográfica continuará haciendo que el combate del mal de Alzheimer y otros tipos de demencia tengan una alta prioridad en la salud pública”, dijo Allison Rosen, profesora de medicina interna en UM y la Administración de Veteranos en Ann Arbor, que es coautora del estudio.

Mientras tanto, dicen, los ancianos del presente no deberían dormirse sobre sus laureles, y en cambio deben perseverar en actividades que les mantengan la mente aguda y minimizar sus riesgos cardiovasculares. Desde realizar crucigramas a las actividades voluntarias, tomar los medicamentos para la presión arterial, los ancianos de hoy pueden hacer algo para fortalecer su salud cerebral ahora y prevenir el deterioro más tarde.

“Más y más estudios sugieren que las caminatas y otros tipos de actividad física son importantes en la prevención del deterioro cognitivo y de la memoria”, dice el coautor Eric Larson, director ejecutivo del Centro Goup Health para Estudios de la Salud en Seattle, donde ha realizado numerosos muchos estudios de la relación entre la actividad física y la salud cerebral.

“Las pruebas muestran, aparentemente, que el mantenerse mentalmente activo y en relación con el mundo de cualquier manera—ya sea con caminatas, hablando con amigos, yendo a la iglesia o al cine—probablemente también ayude a reducir los riesgos más adelante en el camino”, dice Langa.

Además de Langa, Rosen y Larson, los autores del estudio incluyen a Jason Karlawish, de la Universidad de Pensilvania, David Cutler, Ph.D., de la Universidad de Harvard, Mohammed Kabeto, de Medicina General de la UM, y Scott Kim, de la UM Departamento de Psiquiatría, del Programa de Bioética y Centro de Ciencias del Comportamiento y de la Decisión en Medicina. El apoyo adicional para el estudio procede del Programa de Ínter profesorado para el Mejoramiento de los Sistemas de Salud de Harvard, y de subvenciones a otros autores.

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