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Los tigres diente de sable y los perros oso se las arreglaron para cohabitar

06/11/2012

6 Noviembre 2012

ANN ARBOR, Michigan.— Los colmillos fosilizaos de tigres diente de sable contienen claves para entender cómo los mamíferos extintos compartieron el espacio y la comida con otros grandes predadores hace nueve millones de años.

Un equipo de paleontólogos encabezado por la Universidad de Michigan y el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid ha analizado el esmalte dental de dos especies de felinos diente de sable y perros oso encontrados en excavaciones geológicas cerca de Madrid. Los perros oso, también extintos, tenían dientes parecidos a los de los perros y un cuerpo y movimientos parecidos a los del oso.

Los investigadores encontraron que las especies de felino –un Promegantereon ogygia del tamaño del leopardo y un Machairodus aphanistus más grande y del tamaño de un león— convivían en un área boscosa. Probablemente cazaban las mismas presas: caballos y jabalíes. En este hábitat los pequeños felinos diente de sable pueden haber usado la cubierta de árboles para evitar los encuentros con los más grandes. Los perros oso cazaban antílopes en un área más abierta que se sobreponía al territorio de los felinos pero estaba levemente separada.

“Esos tres animales eran simpátricos, habitaban la misma área geográfica al mismo tiempo. Lo que hacían para coexistir era evitarse unos a otros y repartirse los recursos”, dijo Soledad Domingo, becaria de post grado en el Museo de Paleontología de la UM. Domingo es la autora primera de un artículo sobre las conclusiones que se publica en la edición del 7 de noviembre de Proceedings of the Royal Society B.

Millones de años antes de que aparecieran los primeros humanos, los predadores vivieron durante el periodo mioceno tardío en un área boscosa que tenía segmentos de pastizales. Los carnívoros grandes, como estos animales, son raros en el registro fósil principalmente porque los animales herbívoros, que se ubican más abajo en la cadena alimenticia, siempre han superado en número a los carnívoros.

Cerro de los Batallones, donde Domingo ha estado excavando por los últimos ocho años, es especial. De sus nueve sitios, dos son antiguos socavones con una abundancia de huesos de mamíferos carnívoros. Los predadores ágiles, señalan los investigadores, probablemente saltaron adentro de trampas naturales en busca de presas atrapadas.

“Estos sitios ofrecen una oportunidad única para entender la vida en el pasado”, dijo Domingo.

Para llegar a sus hallazgos, las investigadoras condujeron lo que se llama un análisis de isótopo de carbono estable en los dientes de los animales. Usando un taladro de dentista con broca de diamante, tomaron muestras dentales de 60 especímenes, incluidos 27 tigres diente de sable y perros oso. El resto eran vegetarianos. Las investigadoras aislaron el carbono del esmalte dental. Luego usaron un espectrómetro de masa, que uno puede imaginarse como un tipo de balanza, y midieron la proporción de las moléculas más grandes de carbono 13 comparada con las menores de carbono 12. Un isótopo es una versión de un elemento que contiene un número diferente de neutrones en su núcleo.

El carbono 12 y el carbono 13 están ambos presentes en el dióxido de carbono que las plantas absorben en la fotosíntesis. Las diferentes plantas usan los isótopos de maneras distintas, y por eso retienen diferentes cantidades del elemento en sus fibras. Cuando un herbívoro como una planta, la planta deja una señal isotópica en los huesos y dientes del animal. Esa señal recorre la cadena alimenticia y puede encontrarse asimismo en los carnívoros.

“Esto ocurre también en tu esmalte dental ahora”, dijo Domingo. “Si tomáramos una muest4ra podríamos tener una idea de lo que tú comes. Es una señal que permanece en el tiempo”.

Dado que los investigadores pueden determinar qué comían los herbívoros pueden deducir cómo era su hábitat. Los científicos creen que los animales en este estudio vivían en un área boscosa que contenía sectores de pastizales.

Las pruebas indican que dos de los felinos diente de sable vivían en el bosque más denso y que el perro oso, Magericyon anceps pasaba más tiempo en los pastizales. Los felinos —–un Promegantereon ogygia del tamaño del leopardo y un Machairodus aphanistus más grande y del tamaño de un león— no muestran diferencias significativas en sus proporciones de carbono estable. Esto significa que probablemente comían las mismas presas y vivían en el mismo hábitat. El artículo propone la idea de que los felinos más pequeños usaban la cubierta forestal para ocultarse de las especies más grandes, y que las dos cazaban presas de tamaño diferente.

Las conclusiones demuestran la intemporalidad de las relaciones entre presa y predador.

“Los tres mamíferos predadores más grandes capturaban presas en porciones diferentes del hábitat y así coexisten los grandes predadores actualmente. Así, aunque ninguna de las especies en este ecosistema de hace nueve millones de años vive ahora (algunos de sus descendientes sí viven), encontramos pruebas de interacciones ecológicas similares a las de los ecosistemas modernos”, dijo Catherine Badgley, coautora del nuevo estudio y profesora asistente de ecología y biología evolucionaria.

El artículo lleva el título de titled “Resource partitioning among top predators in the Miocene food web”. Otros contribuyentes son de la Universidad de California en Santa Cruz, y el Museo Nacional de Ciencias Naturales CSIC en Madrid. El Studio lo financió el ministerio de Economía y Competitividad.

Por más información: Catherine Badgley: http://www.paleontology.lsa.umich.edu/Directory/individual.html?person=Badgley

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