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Noche tras noche durante la Segunda Guerra Mundial, Ruth Buchanan dejaba su puesto de trabajo en la Universidad de Michigan y retornaba a casa a su segundo empleo.

Por miles y con la precisión de un reloj Buchanan escribió a los estudiantes, docentes, empleados y ex alumnos de la UM que estaban en la guerra. Envió cartas, tarjetas de saludo, y copias del diario The Michigan Daily. Ya fuera que estaban asignados dentro del país, recuperándose en hospitales o en acción en Europa y el Pacífico, los estudiantes sabían que podían esperar noticias desde Ann Arbor enviadas por Buchanan.

Su correspondencia llegó  a ser asombrosa: 17.828 cartas, 6.952 postales de cumpleaños, 7.398 tarjetas para desear una pronta recuperación. En el curso de la guerra Buchanan envió más de 57.000 copias del Daily a los hombres y mujeres con vínculos en la UM que estaban en el servicio militar.

Las respuestas fueron impresionantes y conforman una de las colecciones más ricas del país de correspondencia en tiempo de guerra. Archivados en la Biblioteca Histórica Bentley, los Documentos Ruth B. Buchanan proporcionan una vista del pensamiento de los estudiantes de la UM que encontraban todos los aspectos de la guerra: la camaradería, las pérdidas, el aburrimiento, el choque de culturas y una profunda nostalgia por el hogar.

En particular las reminiscencias de los estudiantes de la UM y de Ann Arbor nos traen temas que son familiares para generaciones de ex alumnos de Michigan.

“En este momento quisiera estar de vuelta en la escuela. La primavera en Ann Arbor es lo mejor de la estación para mí”, escribió Jim Baird, quien en 1944 interrumpió sus estudios y se incorporó en la Marina. Su carta fue enviada desde “algún sitio en el Pacífico”.

“Me imagino que el campus está repleto ahora de chicas. Con seguridad es diferente de lo que era en tiempo de paz. Me pregunto cómo serían las cosas si no estuviéramos en guerra. Creo que habría tantas chicas como las que hay ahora”, añadió.

Cualquiera sea el encabezamiento o la dirección del remitente las cartas de los estudiantes contienen un saludo permanente: “Querida tía Ruth”. Divorciada y con tres hijos adoptivos adultos, todos los cuales se graduaron en la UM, Buchanan consideraba a los estudiantes su familia. Los veía como sobrinas y sobrinos y pedía que la llamaran Tía Ruth. Y ellos aceptaron, por miles.

El presidente de la UM, Alexander Ruthven, describió el trabajo de Buchanan como “un notable registro de correspondencia”. Dos íconos de la guerra, el general Dwight D. Eisenhower y el almirante Chester Nimitz, elogiaron su apoyo a las tropas.

Buchanan era una recepcionista modesta pero dedicada en el Museo Exhibit, y la mayoría de los estudiantes soldados no tenía idea de quién era cuando llegaban sus cartas. Pero estaban agradecidos porque alguien desde Ann Arbor se ponía en contacto con ellos y, como respuesta, enviaron a Buchanan abundante correspondencia.

“Cada noche tengo varios amigos que me esperan en casa para conversar”, dijo Buchanan al The Michigan Daily en 1944.

Durante toda la guerra, Buchanan ordenó diligentemente el seguimiento de su correspondencia, y mantuvo cajas con tarjetas por orden alfabético con las direcciones postales, anotando con lápiz la información que cambiaba constantemente a medida que los estudiantes eran enviados a todas partes del mundo.

“Yo sé cómo se cuente cuando el cartero trae un paquete de correspondencia2, escribió  Richard C. Emery, un graduado de Ingeniería en 1943 y oficial de la Marina. “Yo recibí veintiséis, todas juntas el otro día, y por cierto que transformó en un día maravilloso el que de otra forma hubiese sido aburrido. A los muchachos que estamos en misión nos reaviva cuando nos llaman para avisarnos que hay cartas”.

El afecto de los estudiantes hacia Buchanan abunda en sus cartas. La invitaban a sus bodas y compartían noticias sobre promociones, honores y desengaños amorosos. Varios enviaron pequeños recuerdos: insignias militares, postales, billetes de moneda extranjera y fotografías. Otros enviaban billetes de un dólar para ayudarla a cubrir los gatos de papel y estampillas postales. Después que la labor de Buchanan atrajo la atención de los medios de prensa nacionales, hubo compañías de tarjetas que le proporcionaron materiales para su campaña. Hubo quienes dijeron que recibían más correspondencia de Buchanan que de sus propias familias.

“Yo no podía dejar que pasara el Día de la Madre sin enviarte un cariño. Ya sé  que muchos de tus chicos te han enviado sus cariños en este día tan especial. Bueno, quiero ser uno más de ellos”, escribió  uno de sus más fieles corresponsales, el teniente de la Marina Arlie Reagan, quien se graduó en 1943 y sirvió como Seabee de la Marina en el Pacífico.

“Tía Ruth: eres única en un millón y cada uno de nosotros tiene, en su corazón, un rinconcito cálido para tí y por todo lo que haces. Tus cartas alentadoras jamás dejan de fortalecer nuestro espíritu y nos sostienen para seguir adelante hasta que termine esto con Japón tal como nuestros camaradas hicieron en Alemania”.

La Asociación del Emblema de Honor, que típicamente reconoce a las mujeres con cuatro o más hijos en las Fuerzas Armadas, otorgó a Buchanan su apreciada escarapela Emblema de Honor.

“Después de verificar miles de casos de personas que mantenían correspondencia con los muchachos en el servicio militar encontramos que, como individuo, la señora Buchanan supera a cualquier otra mujer en el país”. Buchanan habitualmente lucía la escarapela sobre so corazón.

“Cuando empezó  la guerra yo quería ayudar”, dijo Buchanan una vez a una estación de radio de Ann Arbor. “Pero no era fácil encontrar la forma en que podía ayudar. Estoy aquí, en el Museo, seis días y medio cada semana. Por ejemplo, yo no podía ir a la Cruz Roja, y por eso hice esto, en cambio. Decidí escribirle a, quizá, veinticinco muchachos y terminé con casi dos mil doscientos”.

Escrito por Jim Tobin

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