ANN ARBOR, Michigan.- La reciente atención pública sobre las evaluaciones de la salud del senador John McCain y las especulaciones acerca de los riesgos potenciales para la salud por el historial del senador Barack Obama como fumador revelan el profundo interés que los ciudadanos de Estados Unidos tienen en la condición de salud de su ejecutivo en jefe. Una mejor comprensión de la salud de los candidatos presidenciales es importante en la medida que los votantes evalúan su aptitud potencial para hacerse cargo del “puesto más alto en el país”. En un comentario invitado en la edición del 4 de junio de la revista Journal of the American Medical Association, dos historiadores médicos de la Universidad de Michigan evalúan la historia registrada de la salud presidencial y recomiendan un método para asegurar la obtención de evaluaciones imparciales y francas de la salud para futuros presidentes y candidatos presidenciales. “En el curso de los últimos setenta y cinco años la mayoría de nuestros presidentes fue menos que precisa en la información de sus problemas de salud al público”, dice Howard Markel profesor de la cátedra George E. Wantz de Historia de la Medicina, y director del Centro para la Historia de la Medicina en la UM. “Creo que el público apreciaría las evaluaciones anuales del presidente y vicepresidente en ejercicio, como asimismo un informe imparcial sobre la salud de los principales candidatos presidenciales”. En su comentario Markel y Alexandra Minna Stern proponen el establecimiento de una comisión permanente, no partidista, designada por el Congreso. Una vez establecidas las normas éticas para el acceso a los registros médicos existentes, estos médicos de múltiples especialidades, eticistas, abogados y académicos de la atención de salud evaluarían los informes y prepararían otros para la Casa Blanca y el Congreso. “Su naturaleza no partidista liberaría a la comisión del conflicto de intereses que es inherente cuando los asesores y médicos personales de un presidente o de un candidato presidencial brindan información sobre la salud, a veces de manera muy selectiva”, dice Stern, profesora de la cátedra Zina Pitcher en Historia de la Medicina y directora del Centro para la Historia de la Medicina. Aunque ambos son firmes defensores de la confidencialidad de la información del paciente, los autores argumentan que el presidente es el más público de los pacientes y la persona más poderosa en la Tierra. Tales individuos abnegan los privilegios típicos de confidencialidad. En resumen, el público necesita saber. Y aún así debería haber estipulaciones sobre confidencialidad: no toda la información de salud afecta la aptitud de un presidente para el cumplimiento de su deber. La comisión propuesta establecería normas éticas coherentes que protejan la información de salud que no sea pertinente; estas normas se aplicarían asimismo a cualquier candidato presidencial que participe voluntariamente. Una comisión así también contribuiría a la aplicación de la Enmienda Veinticinco de la Constitución que estipula la transferencia de poder cuando un presidente muere o está incapacitado. En colaboración con el médico de un presidente y funcionarios de su administración, la comisión designada por el Congreso actuaría para asegurar una aplicación expedita y apropiada de esa enmienda. “En esta era digital el público espera tener información oportuna y relevante acerca de la salud de presidentes y candidatos presidenciales. El establecimiento de un mecanismo para la obtención de informes de salud éticos e imparciales atendería esta expectativa y fijaría las mismas normas para los presidentes y para los aspirantes a la presidencia”, dijo Markel. Referencia: JAMA, Presidential Health and the Public’s Need to Know, 4 de junio, 2008, 2558-2561, Vol. 299, No. 21. Contacto (inglés): Mary Beth Reilly
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