ANN ARBOR, Michigan.—Mientras estudiaban las concusiones en un equipo de football de escuela secundaria los investigadores captaron en tiempo real el impacto de un jugador, de 18 años de edad, que fracturó su cuello en una colisión con la cabeza hacia abajo.
Steven Broglio, profesor asistente en la Escuela de Kinesiología de la Universidad de Michigan, estudia los impactos concusivos, y su laboratorio es la cancha de fútbol de la secundaria. Aunque otros investigadores ya han captado los datos de impacto en las concusiones en humanos cuando ocurrieron, ésta es la primera vez que se han captado los datos de una fractura espinal. La información se publica este miércoles en la revista New England Journal of Medicine.
Es poco común que un estudiante de la escuela secundaria o de la universidad sufra una fractura de cuello; el problema mayor y más común entre los atletas jóvenes es la concusión. Sin embargo la mayor atención de los medios y de la investigación se ha enfocado en los deportes profesionales, indicó Broglio.
Los estudiantes atletas que participan en el estudio de Broglio usan cascos que tienen sensores especiales y que forman parte de un llamado Sistema de Telemetría de Impacto en la Cabeza, o HITS por su sigla en inglés. El HITS usa el mismo tipo de sensores que activan una bolsa de aire en el automóvil y transmite de forma inalámbrica la localización y magnitud del impacto a una computadora al costado de la cancha de 10 a 20 segundos más tarde.
Eventualmente Broglio quisiera que se establezca un sistema similar como herramienta de diagnóstico a fin de registrar en cada campo atlético la aceleración lineal, la aceleración rotacional y la ubicación del impacto.
“En última instancia lo que tratamos de hacer es usar estas medidas para predecir la concusión”, indicó Broglio. “Si alguien excede un cierto nivel sabríamos que ha sufrido una concusión y podríamos sacarlos de la cancha”.
Broglio dijo que se necesitan años de desarrollo para que esta tecnología se haga una realidad. En estos momentos se usa para reunir datos sobre el impacto, y se usa esa información para determinar un umbral “promedio” de impacto que señale la concusión.
En el caso de este jugador en particular fue obvio que había ocurrido algo grave, dijo Broglio. Sin embargo el impacto que sufrió el joven no fue tan fuerte como los soportados por otros estudiantes en los cuatro años del estudio y que no resultaron con concusión.
Los investigadores sospechan que el cuerpo de cada atleta reacciona de forma diferente al impacto, pero que el promedio para concusiones es aproximadamente el mismo en la escuela secundaria, la universidad y el ámbito profesional. Una conclusión ocurre aproximadamente de 90G a 100G en fuerza G “que es como darse la cabeza contra una pared a una velocidad de 32 kilómetros por hora”, explicó Broglio. El lanzamiento de un transbordador ocurre con una fuerza aproximada de 3G; un piloto de exhibición de aviones de combate soporta una fuerza de alrededor de 5G a 10G.
Broglio determinó, asimismo que un jugador de football en la escuela secundaria recibe alrededor de 652 impactos en una temporada de doce a trece semanas.
“Le reto a que encuentre un padre o una madre que le diga a su hijo que se golpee la cabeza contra la pared 652 veces en doce semanas”, dijo Broglio. “Es una forma interesante de pensar en ese asunto”.
De los 120.000 impactos registrados a lo largo de cuatro años en la Escuela Secundaria Unity de Illinois, veinticinco fueron concusiones, y una resultó en fractura de cuello. Broglio ha recibido recientemente la aprobación APRA continuar su estudio en la Escuela Secundaria Skyline, de Ann Arbor, Michigan.
El estudiante herido en el estudio en Illinois sanó, y doce semanas más tarde recibió autorización para jugar al básquetbol, dijo Broglio.
Los autores incluyen: Erik Swartz, de la Universidad de New Hampshire; Joseph Crisco, de la Universidad Brown; y. Robert Cantu, del Hospital Emerson.
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