El pesimismo y desaliento no mejoran tan pronto como otros síntomas, según investigadores del Sistema de Salud de la Universidad de Michigan
ANN ARBOR, Michigan — Las personas que toman medicamentos para la depresión típicamente ven mucha mejoría en sus síntomas durante los primeros meses, pero persisten en otras áreas tales como el sentimiento de desaliento, de falta de esperanzas, según una nueva investigación del Sistema de Salud de la Universidad de Michigan.
Esto significa que las personas con depresión pueden seguir sintiéndose desalentadas aún cuando su condición mejore, y esto puede llevar a que dejen de tomar los medicamentos.
Para muchas de las personas en el estudio esa sensación de falta de esperanza no mejoró hasta varias semanas, o incluso meses después de que se aliviaron los síntomas de la depresión, dice el autor principal del estudio, James E. Aikens, profesor del Departamento de Medicina Familiar en el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan.
“Las conclusiones sugieren que algunos pacientes pueden volverse indebidamente pesimistas y dejan de atenerse a una terapia que ya está dando buenos resultados”, señala. Estas conclusiones son preocupantes, indica, porque la falta de esperanzas es un fuerte factor de riesgo de suicidio.
El estudio se publica en la edición enero—febrero de la revista General Hospital Psychiatry.
Aikens y su equipo estudiaron a 573 pacientes con depresión de 37 prácticas clínicas. A los pacientes se les administró un antidepresivo, ya sea fluoxetina (Prozac) o paroxetina (Paxil) o sertralina (Zoloft). A los pacientes se les evaluó uno, tres, seis y nueve meses después del comienzo del tratamiento.
En terminos generales la depresión de los pacientes respondió rápidamente a los medicamentos, y el 68 por ciento de la mejoría ocurrió hacia el fin del primer mes, y el 88 por ciento dentro de los tres meses. Los pacientes experimentaron la mayoría de su mejoría en varias áreas durante este período, incluidas las emociones positivas, el funcionamiento en el trabajo y el funcionamiento social.
Las mejorías en los dolores de cabeza, espalda y estómago llegaron a un punto de estabilización durante el primer mes y después hubo poca mejoría. Debido a eso, dice Aikens, los médicos quizá deban considerar tratamientos adicionales que enfoquen directamente el dolor en los pacientes deprimidos si estas quejas físicas persisten después de las primeras semanas del tratamiento con antidepresivos.
En lo que se refiere a la desesperanza, sin embargo, la mejoría fue mucho más gradual. Quizá los médicos quieran considerar estrategias cognitivas conductistas tales como enseñar a los pacientes a que identifiquen y confronten los pensamientos pesimistas que, habitualmente, acompañan a la depresión, y alentarles a que participen en actividades que mejoren su estado de ánimo, dice Aikens.
Además de Aikens los autores fueron Amanda Sen, del Departamento de Medicina Familiar, el Departamento de Estadísticas y el Centro para Consulta e Investigación Estadística de la Universidad de Michigan; Donald Nease, del Departamento de Medicina Familiar en el sistema de Salud de la UM; Michael S. Klinkman de los departamentos de Medicina Familiar y Psiquiatría de Sistema de Salud de la UM, y Kart Kroenke, de la Universidad de Indiana.
El estudio original que examinó los antidepresivos lo condujo Eli Lilly Inc. El análisis secundario de los datos lo condujeron los autores no la firma patrocinadora. Asimismo, Aikens ha servido como consultor pagado para Pfizer; Klinkman ha sido consultor privado de Wyeth Pharmaceuticals, y Kroenke ha recibido honorarios de Pfizer, Eli Lilly y Wyeth.
Referencia: General Hospital Psychiatry, Volumen 30, edición 1, enero—febrero 2008, páginas 26—31
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