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Los estudiantes con alergias a las comidas a menudo no están preparados para las reacciones en las escuelas y en las universidades

06/08/2008

Quienes tienen alergias a las comidas “corren riesgos innecesarios”, dice un investigador en el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan

ANN ARBOR, Michigan.— Los estudiantes universitarios que tienen alergias a las comidas no evitan los alimentos que saben que no deberían comer. Los estudiantes de todas las edades no reciben tan a menudo como deberían el tratamiento con la epinefrina, que les puede salvar la vida. Y los docentes, compañeros de habitación y amigos no saben qué es lo que deberían hacer si un estudiante alérgico tiene una reacción.

Éstas son algunas de las conclusiones de estudios recientes en el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan. La investigación indica que muchos estudiantes universitarios que tienen alergias a comidas no toman muy en serio la amenaza de una reacción, o habitualmente se encuentran en ambientes en los que no podrían tener tratamiento apropiado durante una emergencia. Además los estudiantes…. a menudo están en ambientes escolares en los que no hay una política sobre alergias a las comidas, y los instructores no tienen la capacitación para tratar una emergencia por reacción alérgica a una comida.

En cuatro estudios relacionados acerca de las alergias a las comidas, los investigadores encontraron un tema común: “Los individuos alérgicos a comidas tienen que hacer que las personas que les rodean tengan un conocimiento mayor acerca de las alergias a las comidas”, dijo el investigador principal Matt Greenhawt, quien dirigió el estudio mientras trabajó en la División de Alergia e Inmunología en el Sistema de Salud de la U.M. Greenhawt trabaja ahora en el Centro de Alergia y Asma, LLC, en el área metropolitana de Atlanta.

“Esto debe incluir no sólo decir a las otras personas que son alérgicos a las comidas sino también mostrarles cómo deberían tratarlos y cómo se reconocen los indicios de una reacción”, señala Greenhawt.

Las alergias a comidas más comunes son los maníes (cacahuates), las frutas secas de árboles, leche, huevos, pescado, mariscos, soja y trigo. Las alergias a ciertas comidas pueden causar la muerte; y una reacción alérgica que amenaza la vida se llama anafilaxis. Las alergias a las comidas ocurren entre el seis y ocho por ciento de los niños menores de cuatro años, y en el 3,7 por ciento de los adultos, según el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas.

Los investigadores encontraron que entre los estudiantes universitarios sólo el 50 por ciento de los que dijeron que tenía una alergia a un alimento indicó que siempre evitaba esa comida.
Aproximadamente dos de cada tres pudo verificar que alguien cercano a ellos en la Universidad sabía que tenía alergia a una comida. Alrededor del 60 por ciento pudo verificar que un compañero de habitación, de residencia o del edificio tenía conocimiento de su alergia a una comida.

El dato que causa más preocupación, dice el doctor Marc S. McMorris, es que sólo el 43 por ciento de las que se identificaron como alérgicos a una comida pudo verificar que tenía en su posesión un medicamento de emergencia para tratar una reacción, y sólo alrededor del 20 por ciento tenía epinefrina autoinyectable —el medicamento recomendado— disponible para tratar una reacción.

“Estos estudiantes corren riesgos innecesarios”, dijo McMorris, director médico del Servicio de Alergias a Comidas en el Sistema de Salud de la U. M.. “Hay aspectos muy serios que deben atenderse para educar a estos adultos jóvenes en el sentido de que es de la mayor importancia no sólo que mantengan un medicamento para emergencia sino que lo tengan consigo en todo momento”.

En las escuelas y las guarderías infantiles, los investigadores encontraron que el 43 por ciento de los niños alérgicos a comidas había tenido por lo menos una reacción en la escuela, y casi dos tercios de estos incidentes ocurrieron en niños de jardín de infantes o más jóvenes. Estos datos indican que estos individuos pueden estar en un riesgo mayor que los niños de más edad, señala McMorris.

Sólo una de cada cinco de las escuelas a las que se concurren estos niños tenía una política de exclusión de los maníes o las frutas secas de árboles. Menos de la mitad de estas instituciones tenía en su personal miembros capacitados para reconocer cuando ocurre una reacción alérgica o instruidos en el tratamiento de la reacción, aunque la tasa fue mucho más alta que las escuelas donde el personal incluye una enfermera a tiempo completo.

Al igual que los campos universitarios, el uso de epinefrina autoinyectable para el tratamiento de una reacción fue irregular. Si bien casi tres de cada cuatro niños alérgicos a comidas tenían epinefrina disponible, menos de uno de cada tres recibió el tratamiento. En el grupo de los que recibieron el tratamiento, un tercio lo recibió con una demora de 15 o más minutos, lo cual también representa un riesgo para los niños porque el tratamiento debería ocurrir de inmediato.

“Hasta que todos los estudiantes que muestran síntomas de una reacción grave reciban epinefrina, yo considero que hay una brecha significativa y que es necesario cerrar”, dijo Greenhwat.

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