ANN ARBOR, Michigan.— Más del 80 por ciento de un contingente de muestra de mujeres de la Fuerza Aérea, enviadas a misiones en Irak y otras partes del mundo, informa que sufren fatiga persistente, fiebre, pérdida del cabello y dificultades para concentrarse, según un estudio de la Universidad de Michigan sobre la prevalencia de problemas de salud física entre las militares.
La pauta de problemas de salud de los que informaron las 1.114 mujeres encuestadas en 2000 y 2007 es similar a muchos síntomas del Síndrome de la Guerra del Golfo, la controvertida condición de la que dieron cuenta los veteranos de la guerra del Golfo en 1991.
“Es posible que algún factor ambiental no conocido sea la causa de los problemas actuales de salud y del Síndrome de la Guerra del Golfo”, dijo la investigadora de la U. M., Penny Pierce. “Pero también es posible que estos síntomas sean resultado del estrés de la misión militar, especialmente los desplazamientos prolongados y múltiples”.
Pierce y sus colegas en la U. M. condujeron un estudio similar de veteranas en 1992 después de esa guerra para evaluar el impacto de las misiones y la exposición al combate sobre la salud física y mental.
Pierce, profesora asociada en la Escuela de Enfermería de la UM, y. facultativa en el Instituto para la Investigación Social (ISR), es también coronel en el Programa de Reserva de la Fuerza Aérea. Junto con la psicóloga Lisa Lewandoski-Romps, del ISR, Pierce presentó las conclusiones del estudio el 14 de agosto en Boston, en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Psicología.
“Las mujeres comprenden ahora aproximadamente 15 por ciento de las fuerzas armadas de nuestra nación”, dijo Pierce. “Y desde la Guerra del Golfo, los papeles de combate para las mujeres se han ampliado sustancialmente. Éste es un intento para comprender el impacto de las misiones y los factores estresantes relacionados con la guerra sobre la salud de las mujeres militares”.
Las mujeres de la Fuerza Aérea encuestadas por teléfono y mediante cuestionarios enviados por correo fueron tomadas de una muestra estratificada, al azar, desplegada por lo menos una vez desde marzo de 2003 durante la Operación Libertad Iraquí. La mitad de estas mujeres en el grupo demuestra prestó servicio en el teatro de guerra y la mitad en otras partes; la mitad tenía hijos menores de 18 años de edad que vivían todavía en la casa; la mitad estaba en servicio activo, un cuarto y otro cuarto en Guardia Nacional. La edad media de las participantes era de 36 años, y 45 por ciento estaban casadas. Alrededor de 36 por ciento tenía un hijo dependiente en el período en que fueron enviadas a ultramar. Aproximadamente 70 por ciento eran blancas.
Cuando se les preguntó si habían experimentado alguno de una lista de síntomas de forma persistente en el último año, 89 por ciento de las encuestadas indicó que sufría fatiga, 85 por ciento tenía dificultades para concentrarse, 83 por ciento habría sufrido fiebre, y 83 por ciento había tenido pérdida del cabello. Además, 35 por ciento informó que sufría de dolores y rigidez musculares, 29 por ciento de irritabilidad, 26 por ciento padecía pérdida de energía, y 25 por ciento tenía dolores de cabeza.
En general Pierce y Lewandoski encontraron que las mujeres que estaban en la Reserva y en la Guardia daban cuenta de más síntomas físicos que el personal en servicio activo. Las mujeres de tropa dieron cuenta de más problemas de salud que las oficiales.
En la mayoría de los casos, las mujeres con servicio en el teatro de guerra mostraron más probabilidades de dar cuenta de problemas de salud física que las asignadas a servicio en otras partes. Pero en muchos casos, las diferencias fueron pequeñas, lo cual sugiere a Pierce que los factores estresantes relacionados con la misión tales como la separación familiar y el trastorno de los sistemas de apoyo social pueden desempeñar un papel crítico en el desarrollo de problemas físicos relacionados con el estrés.
En un análisis anterior de los datos del estudio, presentado en la conferencia de la Asociación Estadounidense de Psicología, Pierce y Lawandoski-Romps encontraron que aproximadamente el 20 por ciento de las mujeres encuestadas informó de por lo menos un síntoma mayor del trastorno de estrés post traumático (PTDS por su sigla en inglés).
“El envío de misión es ya en sí un factor estresante mayor”, dijo, “la persona entera va en misión: cuerpo, mente y espíritu. No conocemos los mecanismos biológicos precisos, pero en general se acepta ahora — quizás más que a principios de los años 1990 cuando por primera vez se habló del Síndrome de la Guerra del Golfo— que los niveles persistentemente elevados de estrés cobran un gran precio sobre la salud física”.
“Mediante la identificación temprana de los problemas, espero que nuestras conclusiones orienten a los responsables de políticas y a las profesiones del cuidado de la salud hacia el diseño de intervenciones que apoyan a los soldados y a sus familias”.
El estudio es parte de un programa de investigación en marcha sobre las veteranas financiado por el Programa TriService de Investigación de Enfermería.
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