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Niños pueden ser claves para conseguir tratamientos de emergencia a pacientes con infartos cerebrales

16/02/2006

Comunicado de Prensa de la Asociación Estadounidense de Ictus

KISSIMMEE, Florida, 16 de Febrero — La clave para conseguir tratamientos de emergencia para pacientes con infartos cerebrales puede encontrarse en los niños, según anunciaron hoy, jueves, investigadores en la Conferencia Anual de la Asociación Estadounidense de Ictus, que se realiza en Kissimmee, Florida.

Los resultados iniciales de un programa piloto, que educa a niños y a sus padres sobre infartos cerebrales, sugiere que una vez finalizada la capacitación, aumenta la intención de los niños para llamar al teléfono de emergencia 9—1—1 si ven que alguien sufre de un ictus, que es fundamental para recibir un tratamiento rápido.

Investigadores esperan que los niños con mayor información sobre infartos cerebrales compartan la información con sus padres y mejoren el nivel de alerta y de disposición general para llamar a los servicios de emergencia médica.

Las terapias más efectivas para ictus deben ser suministradas en las primeras horas tras los síntomas iniciales del infarto cerebral. Lo más crucial, que determina las consecuencias a largo plazo, es llamar a los teléfonos de emergencia de inmediato. Son muy pocos los pacientes que reciben tratamiento agresivo y a tiempo, porque llegan a los hospitales demasiado tarde.

Los niños de séptimo año que recibieron un curso de capacitación sobre infartos cerebrales, mejoraron su nivel de información y reconocimiento de los síntomas. Los estudiantes que participaron en el programa expresaron en su mayoría que estaban dispuestos a llamar de inmediato a los teléfonos de emergencia, en comparación con los niños que no participaron en el curso de capacitación.

“Sabemos que la razón más común para que pacientes de ictus no reciban tratamiento es porque no llegan al hospital a tiempo”, dice el investigador Lewis Morgenstern, Profesor de Neurología y Director del Programa de Ictus de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor.

Para evaluar el impacto del programa de educación impartido en los establecimientos educacionales, los Institutos Nacionales de Salud financiaron el Proyecto Infantil para Identificar y Derrotar los Ictus (En Inglés, Kids Identifying and Defeating Stroke (KIDS) project.) KIDS es un estudio que evalúa la educación sobre apoplejías en tres escuelas de Corpus Christi, Tejas e incluye 12 horas de instrucción sobre en el transcurso de tres años como parte del currículo de ciencias o salud.

Los dos objetivos principales del programa son educar a la nueva generación sobre apoplejías y motivar a más gente a llamar a los teléfonos de emergencia cuando son testigos de un infarto cerebral. La idea es aumentar su preparación y la disposición para llamar de inmediato a los teléfonos de emergencia. El entrenamiento incluye actividades prácticas y simulaciones interactivas computarizadas.

La información actual es el resultado de dos años de investigación. Los estudiantes llenaron una evaluación con 12 preguntas antes de recibir el curso de capacitación y después de dos años de haber iniciado la instrucción y se compararon los resultados de ambas pruebas. Las preguntas fueron agrupadas en tres categorías generales:
1 ¿Qué es un infarto cerebral?
2 ¿Cuáles son los signos de un infarto cerebral?
3 ¿Que hace si ve que una persona sufre de un infarto cerebral?

Las pruebas de evaluación fueron completadas por un grupo de 149 estudiantes que recibieron capacitación (grupo de intervención) y por otro de 182 estudiantes (grupo de control) a los que no se les impartió el curso. En el grupo de intervención mejoraron el conocimiento sobre la condición médica , tratamiento y reconocimiento de los síntomas, mientras que “la intención de llamar al 9—1—1 en caso de ser testigo de una apoplejía mejoró sustancialmente”, dijeron los investigadores. Los estudiantes del grupo de intervención mejoraron más que los del grupo de control.

Un segundo estudio del proyecto KIDS intentó identificar los factores que podrían influir a los padres en su decisión de llamar al 9—1—1. Los niños llevaron la prueba a sus padres para que realizaran una prueba con un vecino y otra con una persona extraña

Un total de 51 padres respondieron a la tarea. El factor más comúnmente citado para no llamar a los servicios de emergencia fue la preocupación de que “si esto no es un infarto cerebral”, lo que fue mencionado por 30 padres. Los investigadores interpretaron la respuesta como un deseo de evitar una vergüenza.

La investigadora principal de este estudio Kate Maddox, una enfermera práctica del programa de Ictus de la Universidad de Michigan dijo “Hemos aprendido que la gente llamará al 9—1—1 si están seguros de haber reconocido los síntomas de un infarto cerebral. Sin embargo, si no están seguros de que el paciente padece de un ictus, no llamarán por temor a la vergüenza o por las posibles consecuencias negativas de activar un teléfono de emergencia si realmente no lo es. Tenemos que enseñarle a la gente que no tienen que diagnosticar un infarto cerebral por sí solos y que no incurrirán en problemas si llaman al 9—1—1 y resulta que no fue un infarto cerebral”.

Otros factores que influyeron en los padres que no llamaron al 9—1—1 fue la creencia que los síntomas podían mejorar y que otra persona (un familiar u otra persona con más experiencia) debería decidir si llamar a los servicios de emergencia. Cuando se enseña al público sobre las reacciones frente a una apoplejía, debe quedar claro que el 9—1—1 debe ser discado incluso cuando los síntomas mejoran, advierte la Maddox.

Los investigadores realizarán un estudio de seguimiento con los estudiantes que participan en este estudio en el nivel 8 y en la Escuela Secundaria. La meta es incorporar la capacitación sobre apoplejía en el currículo educacional en todo el país.

Otros investigadores que participaron en este studio incluyen a Kathleen Conley, Ph.D.; Nicole Gonzales, M.D.; Nina Espinosa, B.A.; James Grotta, M.D.; Jennifer J. Majersik, M.D.; Devin L. Brown, M.D.; Lemuel A. Moye, M.D. Ph.D.; Lynda D Lisabeth, Ph.D. y Jennifer K. Pary, M.D.

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