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ANN ARBOR, Michigan— Un diagnóstico de cáncer no sólo afecta al enfermo. La calidad de vida emocional y física de parejas de pacientes con cáncer, es similar a la de los afectados, según un nuevo estudio del Centro Integral de Cáncer de la Universidad de Michigan, UM, difundido hoy, jueves.
El estudio descubrió que lo que realmente produce un impacto en los niveles de angustia, tanto en pacientes como en sus cónyuges, es si el paciente recibe el diagnóstico, enfrenta una reincidencia o vive con la enfermedad en estado avanzado.
Los investigadores evaluaron a 263 hombres con cáncer de próstata y a sus esposas. Los pacientes que participaron en la investigación venían de tres grandes centros de cáncer. Las parejas completaron cuestionarios para evaluar su calidad de vida, incluyendo temas sobre su condición física, social, familiar, emocional y funcionamiento en la vida diaria. Los pacientes y sus esposas informaron separadamente sobre su propia calidad de vida.
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Los investigadores encontraron mínimas diferencias en la calidad de vida entre pacientes y sus parejas, pero encontraron diferencias importantes basadas en las etapas de la enfermedad. Parejas que se encontraban en una fase avanzada de la enfermedad tenían una calidad de vida significativamente peor.
“Las cónyuges de los pacientes que padecían cáncer en estado avanzado realmente llevan la carga. El cáncer es una enfermedad devastadora, y el recurso fundamental de un paciente con cáncer es su pareja, que a menudo carece de la información necesaria para enfrentar estos problemas complejos. Esto no es un resfrío común— se trata de una persona a la que uno quiere, que padece de una enfermedad que le amenaza la vida” dice Laurel Northouse, la autora principal del estudio, directora del programa de comportamiento social en el Centro Integral de Cáncer y Mary Lou Willard French Profesora de Enfermería en la Escuela de Enfermería de la UM.
Los resultados del estudio se publican en la edición de hoy, jueves, de la revista Clinical Oncology.
Cónyuges informaron tener menos confianza que los pacientes en su habilidad para manejar la enfermedad y más incertidumbre sobre la misma. Asimismo, los pacientes informaron tener más apoyo de la red social, que sus parejas. “Frecuentemente, médicos, enfermeras e incluso familia y amigos enfocan sus cuidados en el paciente que padece de cáncer y no se dan cuenta que la enfermedad tiene enormes ramificaciones en la familia, especialmente el cónyuge,” advierte Northouse.
Los investigadores urgen a realizar más intervenciones en el ámbito de la salud dirigidas a alivianar la angustia emocional tanto de los pacientes como de las personas que los cuidan. Al mismo tiempo, las parejas que cuidan a los enfermos deben reconocer que están emocionalmente afectadas por la enfermedad y buscar el apoyo adecuado. Los pacientes también deben jugar un papel motivando a su pareja a que se involucre activamente en sus propios cuidados de salud.
“Los pacientes necesitan reconocer que la enfermedad les afecta tanto a sus parejas como a ellos. Necesitan encontrar una manera de apoyar a sus parejas; por ejemplo, incluirlos en los intercambios de comunicación con médicos, para que los cónyuges reciban la información que desesperadamente necesitan. Es importante trabajar como un equipo para manejar la enfermedad. Creo que los pacientes subestiman las necesidades de sus parejas para obtener información. Las parejas necesitan información de primera mano. Si pueden asistir a las consultas, pueden obtener respuestas a sus dudas,” dice Northouse.
Además de Northouse, otros autores del estudio incluyen a James Montie, Profesor con la silla Valassis de Urología Oncológica de la UM; Howard Sandler, profesor de Radiología Oncológica de la UM; Maha Hussain, Profesor de Medicina Interna y Urología en la UM; Kenneth Pienta, Profesor de Medicina Interna y Urología; David Smith, Profesor de Medicina Interna y Urología; Darlene Mood, Jeffrey Forman, de la Universidad Wayne State y del Centro de Cáncer Karmanos; Martin Sanda, de la Escuela de Medicina de Harvard; y Kershaw, de la Universidad de Yale.
El estudio fue financiado por el Instituto Nacional del Cáncer.
Referencia Revista Clinical Oncology, Vol. 25, No. 27, 20 Septiembre, 2007
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