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El Caribe en Nueva York

18/02/2008

Historiador analiza la influencia de las migraciones transnacionales en Santo Domingo y Nueva York

ANN ARBOR, Michigan — “Historia de Dos Ciudades” transporta al lector con intensidad y realismo a Washington Heights, en Manhattan, el barrio más emblemático de dominicanos en EEUU, y a Cristo Rey, un vecindario popular al norte de Santo Domingo, poblado con casas obreras y villas miserias multicolores colgando en cerros de barro. Relata la historia de las ciudades al norte y al sur, y la manera en que la migración transnacional influyó en los cimientos de sus identidades.

El autor, Jesse Hoffnung—Garskof (A Tale of Two Cities, Santo Domingo and New York after 1950, University of Princeton Press) se interesó profundamente por los barrios latinos en Nueva York, donde vive uno de cada diez dominicanos del mundo, y allí realizó varios años de trabajo social y comunitario. Pronto se dio cuenta que la historia de la angosta franja de Manhattan donde viven taxistas, obreros textiles, limpiadores, y niñeras entre cientos de pequeñas tiendas comestibles con los aromas del Caribe, era inseparable de la historia de Santo Domingo.

Se dedicó durante años a trabajar en archivos de EEUU y República Dominicana, entrevistando a expertos y recorriendo las calles para conocer a los personajes más centrales de la vida urbana, incluidos a los más ancianos, como el que aún recuerda al barrio Cristo Rey cuando “sólo habían 13 familias y era sólo monte”.

“Quería contar la historia del Barrio en Washington Heights, pero era imposible contarlo sin contar la historia de la República Dominicana, no lo podía contar desde el punto de vista de la historia oficial en EEUU, del crisol de culturas, del multiculturalismo”, advierte el autor, cuya pasión es entender la vida urbana contemporánea en Estados Unidos y Latinoamérica fuera del marco nacionalista y analizar las historias de las ciudades en ambos lados del hemisferio con sus influencias recíprocas.

“La población dominicana se ha hecho cada vez más desterritorializada y Nueva York se ha convertido en otra capital de la República Dominicana. Washington Heights es parte del Caribe, las migraciones internacionales nos obligan a repensar la historia urbana en ambos países. Pero lo más interesante es que los dos países tienen una historia en común que empezó mucho antes, con múltiples invasiones y ocupaciones militares de parte de los norteamericanos, y con un sistema de intercambio económico que ha sido profundamente asimétrico.”

El historiador destaca que en los debates que vemos hoy en día en el Congreso americano, se supone que las migraciones tienen origen en las políticas de visas, “pero la verdad es que muchas de las migraciones tienen origen en la política externa”, advierte. “La historia no se detiene en la frontera y nunca se ha detenido en la frontera”, explica Hoffnung—Garskof.

Su obra documenta la influencia determinante de los migrantes dominicanos en su país de origen. “La influencia más llamativa son las remesas, que individualmente son cantidades modestas que dominicanos trabajando en el exterior envían a sus parientes en la República Dominicana, pero que en su totalidad contribuyen más a la economía dominicana que las exportaciones de productos agrícolas, las zonas francas, la inversión directa de los extranjeros, y la ayuda internacional”, dice Hoffnung Garskof.

El autor ve la migración transnacional como un proceso extremadamente complejo “que ha generado una de las transformaciones más importantes en Latinoamérica en el último medio siglo”, como lazos fuera de la región, vínculos entre familias, comunidades, países y es en la actualidad “un componente orgánico de la vida de muchos a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe”, explica.

El fenómeno es global y el Banco Mundial estima que a nivel mundial hay alrededor de 74 millones de migrantes de “Sur a Sur”, es decir desde un país en desarrollo a otro, y otros 82 millones de migrantes que se han movido desde el “Sur al Norte”.

La investigación recoge con detalle y gracia la música, manifestaciones callejeras y otras expresiones de cultura popular en ambas ciudades a través de la historia de los últimos 40 años, incluidas la ocupación por las tropas estadounidenses, la dictadura de Rafael Trujillo (1930—1961), la revolución de abril y la imposición del programa de ajuste del Fondo Monetario Internacional en 1984, entre otros.

Tal vez la faceta más controversial de este proceso—para muchos intelectuales en América Latina—es el papel de la migración en la evolución de culturas de consumo en la región. La banda Pochy Familia y su Cocoband y su éxito del año 1995 “El Hombre LLegó Parao” celebra a un hombre que se fue de rodillas a Nueva York y regresó de pie “con siete maletas.” La canción se pregunta “¿Qué es lo que tiene Nueva York que pone la gente bonita?” Da la respuesta en la voz de los dominicanos que esperan regalos de sus parientes viviendo en el exterior. “¿Qué me trajiste?” canta el coro: “Una cadena, un poloshirt, una botella de whiskey”.

Asimismo, el historiador analiza la manera en que la identidad racial cambia, se transforma y adquiere dimensiones complejas en Washington Heights y Cristo Rey. “La República Dominicana tiene una historia de esclavitud y la gran mayoría de la población tiene herencia africana. Al igual que los otros países en las Américas la República también tiene una tradición de racismo que menosprecia a lo africano y a lo negro.

“Es importante entender que los dominicanos, sean blancos o de piel más oscura, no entienden el color de la misma forma que los norteamericanos. La idea que tenemos los estadounidenses, de que todo el que tiene una gota de sangre africana es parte de una comunidad de raza con una cultura y una política propia, no es tan fuerte en República Dominicana, donde las exclusiones de todos los días se basan en la clase, la geografía, o el ser de tal o tal barrio, o de una zona rural”, advierte.

“El discurso nacionalista pinta al dominicano como mestizo o español, y al haitiano, o al Dominicano de ascendencia Haitiana—que constituyen alrededor de un 11 por ciento de la población de la República Dominicana—como negros”, explica. En Nueva York en los años 1970s y 1980s los dominicanos encontraron barrios y una ciudad obsesionada con la brecha racial, y tuvieron que mediar entre los diferentes sistemas de exclusión que enfrentaron allí y en Santo Domingo.

Fiel a su pasión de que la historia no termina en la frontera, el historiador imparte un curso de la Historia Social de Música Latina, en Estados Unidos y América Latina, una de las clases más populares de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, pleno Medio Oeste estadounidense. Los estudiantes de Hoffnung—Garskof, inspirados por los ritmos afro caribeños y los textos de salsas, tangos, sambas, y merengues entienden y se hacen parte de una identidad abierta, mixta y hemisférica.

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