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No hay como casa: El impacto duradeo de Katrina

18/04/2008

ANN ARBOR, Michigan.— Los residentes de Nueva Orleáns que perdieron sus hogares por el huracán Katrina tuvieron cinco veces más probabilidades de sufrir aflicciones psicológicos graves en el año siguiente que quienes no perdieron sus casas, según las conclusiones de un estudio presentado en la reunión anual de la Asociación de Población de Estados Unidos, en Nueva Orleáns.

El estudio lo condujeron la investigadora de la Universidad de Michigan, Narayan Sastry, y Mark VanLandingham de la Universidad Tulane, y examina la condición en el otoño de 2006 de salud mental de personas que residían en la Ciudad de Nueva Orleáns antes de Katrina, esto es un año después del huracán. También describe y analiza las disparidades en salud mental de acuerdo con la raza, la educación y el ingreso.

Sobre la base de una encuesta piloto que extrajo una muestra estratificada, vinculada al área, de residencias en la ciudad antes de Katrina, el estudio es uno de los primeros que proporciona datos representativos de la población previa al huracán. Fue diseñado por la Corporación RAND, una organización de investigación sin fines de lucro.

En el estudio piloto participó un total de 144 individuos, incluidos muchos que se alejaron del área después del desastre y no habían retornado un año más tarde. Más de la mitad de los participantes en el estudio eran negros, casi dos tercios tenían diploma de educación secundaria o niveles de educación más bajos, y casi el 60 por ciento no estaba casado. Caso tres cuartas partes de los participantes tenía empleo en el mes anterior al huracán.

Según Sastry, quien está afiliada con RAND y con el Instituto de Investigación Social de la UM (ISR por su sigla en inglés) casi el 60 por ciento de los participantes no sufría angustias psicológicas en el momento de la entrevista, en tanto aproximadamente el 20 por ciento tenía enfermedad mental de leve a moderada, y otro 20 por ciento tenía enfermedad mental grave.

Para evaluar la enfermedad mental se preguntó a los participantes una serie de preguntas que se usa ampliamente para medir la aflicción psicológica. Por ejemplo, se les preguntó cuán a menudo en los pasados 30 días se sintieron nerviosos, sin esperanza, inquietos o alterados, deprimidos, o con la sensación de que todo requería demasiado esfuerzo y sin valor.

Los negros dieron cuenta de tasas sustancialmente más altas de aflicción psicológica grave que los blancos, indicaron Sastry y VanLandingham. Se encontró que casi un tercio de los negros tenía un alto grado de aflicción, comparado con apenas el seis por ciento de los blancos. Las personas con ingresos más altos y más educación mostraron menos probabilidades de experimentar aflicción psicológica grave, y los nacidos en Louisiana mostraron más probabilidades de padecer angustia grave.

Los investigadores examinaron asimismo en qué medida el daño a la vivienda estaba relacionado con la aflicción psicológica un año después del desastre. Encontraron que quienes habían perdido sus casas tenían cinco veces más probabilidades de aflicción psicológica grave que quienes no las habían perdido. En total casi el 66 por ciento de los participantes informó que sus casas habían resultado muy dañadas o quedaron inhabitables.

“Nuestras conclusiones indican que el daño grave a la casa es un factor particularmente importante detrás de las disparidades socioeconómicas en la aflicción psicológica, y posiblemente detrás de los niveles mismos de aflicción psicológica”, dijo Sastry. “Estos efectos pueden ser en parte económicos porque, para la mayoría de las familias que compra su casa, el valor adquirido de la propiedad es el elemento más grande de la riqueza del hogar”.

“Aparte de las pérdidas financieras, las casas que recibieron daños graves o quedaron destruidas pueden impedir que las personas que quieran volver a Nueva Orleáns lo hagan porque carecen de un sitio para vivir. Esto afecta los lazos sociales, el empleo y otros muchos factores”.

“La magnitud y permanencia de la pérdida de la vivienda sugiere que para mucha gente las consecuencias psicológicas de esta experiencia podría ser profunda y duradera”.

Sastry y VanLandingham enfatizan que estas conclusiones son preliminares y que ahora se planifica un estudio más amplio.

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