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El estado de ánimo de la mamá y el sueño del bebé: ¿cuál es la conexión?

02/09/2008

Una investigadora del sueño en la U.M. aconseja a los padres y madres de recién nacidos, especialmente las mamás con depresión, sobre la importancia de que se establezcan los patrones de sueño del bebé

ANN ARBOR, Michigan.— Si hay algo que todo el mundo sabe acerca de los bebés recién nacidos es que no duermen toda la noche, y tampoco lo hacen sus padres. Pero, en realidad, esos seis primeros meses de vida son cruciales para el desarrollo de patrones regulares de sueño y vigilia, conocidos como ritmos circadianos, que todo niño necesita para un futuro saludable.

Sin embargo algunos niños pueden empezar la vida con pautas de sueño desfavorables, dicen los expertos en el sueño de la Universidad de Michigan que estudian el asunto. Estos investigadores presentarán los datos de su estudio la semana próxima en la reunión de la Sociedad del Sueño en Glasgow, Escocia.

El equipo investigador encontró que los bebés cuyas madres experimentaron depresión en algún momento antes de que quedaran embarazadas, o que desarrollaron problemas de estado de ánimo mientras estaban embarazadas, son mucho más proclives a tener patrones de sueño caóticos en el primer medio año de vida que los bebés nacidos a madres que no tuvieron depresión.

Por ejemplo, los infantes nacidos de madres deprimidas toman más siestas durante el día, requieren más tiempo para calmarse para dormir en la noche, y se despiertan más a menudo durante la noche. Ésta es una forma infantil del insomnio que millones de adultos conocen muy bien.

Esto no sólo empeora las noches sin sueño de los padres y las madres, sino que también puede poner a estos niños en la senda hacia su propia depresión más adelante en la vida.

Pero esto no significa que los bebés nacidos de madres deprimidas estén condenados a seguir los pasos de sus madres, aún cuando la depresión tiende a continuarse en las familias, dijo Roseanne Armitage, quien encabezó el equipo del Laboratorio de Sueño y Cronofisiología de la U.M. en el Centro para la Depresión de la U.M.

Tampoco significa que los padres y madres que no hayan sufrido depresión puedan ignorar la importancia del sueño de sus bebés.

Más bien lo que esto significa es que todas las familias, especialmente las que tienen un historial de depresión, deben prestar mucha atención a las condiciones que crean para el sueño de sus infantes desde el nacimiento.

“El mantenimiento de horario muy regular para dormir es increíblemente importante”, dice Armitage. “Sabemos que tanto para los niños como para los adultos, y sobre la base de este estudio sabemos también que para los infantes, cuanto más estable sea la hora de ir a dormir menos caótico es el sueño durante la noche”.

Armitage y su equipo han dedicado años al estudio de las conexiones entre el sueño y la depresión, a los ritmos circadianos, la exposición a la luz y la oscuridad y a otros factores que aparentemente hacen una diferencia en el sueño y en el estado de ánimo. A lo largo de la última década han mostrado que todo esto tiene vínculos muy fuertes.

Recientemente su investigación con adultos, adolescentes y preadolescentes deprimidos les llevó a preguntarse si los vínculos serían tan firmes también en los bebés. Los infantes necesitan mucho más sueño que las personas mayores, pero tienden a dormir en períodos más cortos a lo largo del día y de la noche, por lo menos durante los primeros meses de vida.

La investigación que Armitage y sus colegas presentarán la semana próxima, y también este otoño (hemisferio norte) en la reunión anual de la Academia de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, se sustenta en estudios del sueño que involucraron a dos grupos de nuevas madres y sus bebés. Está financiada por el Fondo Cohen de Investigación del Sueño, y el Fondo Doctores Jack y Barbara Berman de Investigación de la Depresión en el Centro para la Depresión de la U.M.

Un grupo lo conformaron madres que habían buscado asistencia para la depresión durante el embarazo en el Programas de Trastorno de los Estados de Ánimo de las Mujeres, en el Centro para la Depresión de la U.M. El otro grupo lo formaron madres sin depresión pasada o presente. Cada grupo aceptó el uso de aparatos parecidos a relojes de pulsera, llamados actígrafos, que miden el tiempo de sueño durante la noche, la exposición a la luz y las pautas de actividad y el reposo durante el día.

Las mujeres empezaron a usar los aparatos durante el último trimestre del embarazo, y después que nacieron sus bebés los investigadores equiparon cada criatura con un pequeño actígrafo a la edad de dos semanas. Luego los investigadores recolectaron la información de los aparatos cada mes hasta que los bebés llegaron a la edad de ocho meses.
Hasta ahora el análisis de los datos que recolectaron muestra que los bebés nacidos de madres deprimidas tenían poca o ninguna evidencia de un ritmo circadianos innatos de 24 horas poco después del nacimiento, a diferencia de los bebés nacidos de mujeres que no tenían depresión. Esta pauta irregular continuó hasta el final del estudio en el octavo mes del bebé.
“Creemos haber identificado uno de los factores de riesgo que pueden contribuir a que estos infantes desarrollen depresión más adelante en sus vidas”, dijo Armitage. “No todos los que tengan malas sueño o ritmos circadianos débiles desarrollarán la depresión, pero si persiste la perturbación del sueño y los ritmos circadianos siguen siendo débiles débiles, el riesgo es significativamente elevado”.
Por eso, añade, es tan importante que se ayude a que los bebés, y nuevos padres y madres tengan el sueño que necesitan.

Esos primeros meses de vida, de hecho, son una especie de entrenamiento para el sueño del bebé en el futuro, señala Armitage. Los cuerpos y cerebros de los bebés necesitan entrenamiento para entender que deben dormir cuando está oscuro, y estar despiertos cuando hay luz, esto es el ritmo circadiano básico que regula las pautas de sueño de una persona para toda su vida. Esto configura el “reloj corporal” correctamente desde el principio.

Por supuesto los infantes y los niños chicos necesitan una siesta durante el día para obtener todo el sueño que necesitan, de 11 a 18 horas en los primeros dos meses después del nacimiento, de 11 a 15 horas en los próximos diez meses y de 12 a 14 horas entre el primer y tercer año. Además, los recién nacidos se despiertan durante la noche cuando necesitan alimentación.
“El ir a la cama a la misma obra, levantarse a la misma hora, y el establecimiento de rituales cuando llega la hora de irse a dormir ayuda a que los infantes comiencen a distinguir entre el sueño de la noche y el sueño del día”, señala Armitage. “Póngale al bebé ropas del día para las siestas, y ropas de noche cuando se va a dormir en la noche, los bebés aprenden de esas señales”.

Los padres y las madres también pueden ocuparse de que los bebés estén activos regularmente cuando y la luz brillante del día, lo cual ayuda a que el cuerpo desarrolle ritmos circadianos conectados con los ciclos de la luz. Por supuesto la luz brillante no debe dar directamente en los ojos de los bebés, y debe protegérseles de la luz directa del sol o debe ponerse les lociones de filtro de la luz cuando están afuera.

Para cuando tiene cuatro meses de edad el horario de sueño de un bebé debería haberse regularizado, con énfasis en dormir durante la noche, y sus períodos de sueño deberían estar más “consolidados” o ser más largos, especialmente en la noche.

Lo principal, apunta, es asegurarse que los bebés y los niños pequeños tengan sueño suficiente en un horario cada vez más regular, y sus madres también. El período inmediatamente después del parto es de alto riesgo para la depresión, aún en mujeres que jamás hayan tenido depresión antes. Las mujeres que han sufrido depresión, o que tienen los familiares que la han sufrido, son las que están en más el riesgo. Esta “depresión post parto”, como se la denomina, puede agravarse por la falta de sueño, o quizás en parte es causada por ella.

“La privación crónica del sueño está relacionada con un riesgo elevado de depresión en todas las personas, en todas las etapas de la vida, pero en las nuevas madres, debido a los cambios hormonales y la necesidad de recuperarse del embarazo y al parto, la privación del sueño puede ser realmente un problema”, señala Armitage, profesora de psiquiatría es la Escuela de Medicina de la U. M.. “Puede interferir con los ritmos sociales que son importantes para el mantenimiento de la sincronización del reloj circadianos en el cerebro, pueden armar la cantidad de energía que las madres tienen para cuidar de sus infantes, y puede contribuir al desarrollo de la depresión”.

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