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Un dinosaurio carnívoro de Argentina tenía un sistema de respiración como el de las aves

29/09/2008

ANN ARBOR, Michigan.— Los restos de un dinosaurio predador, de unos 10 metros (30 pies) de largo, descubiertos en las riberas del Río Colorado en Argentina ayudan a descubrir la forma en que las aves desarrollaron su peculiar sistema de respiración.

El descubrimiento de este dinosaurio es el resultado de décadas de investigación paleontológica que indica que las aves evolucionaron de los dinosaurios.
El paleontólogo Jeffrey Wilson, de la Universidad de Michigan, que formó parte del equipo que hizo el descubrimiento cuyos detalles se publican hoy, lunes, en la revista de Internet Public Library of Sciences ONE (PLos ONE), y serán divulgados simultáneamente en una conferencia de prensa en Mendoza, Argentina.

Las aves tienen un sistema de respiración que es único entre los animales que viven sobre la tierra. En lugar de pulmones que se expanden las aves tienen un sistema de fuelles, o sacos de aire, que les ayudan a bombear el aire a través de los pulmones. Esta característica novedosa es la razón por la cual las aves pueden volar más alto y más rápido que los murciélagos que, como todos los mamíferos, expanden sus pulmones en un proceso de respiración menos eficiente.

Wilson era estudiante graduado de la Universidad de Michigan cuando trabajó con el notable experto en dinosaurios Paul Sereno en la expedición de 1996 durante la cual se encontraron los restos del dinosaurio llamado Aerosteon riocoloradensis (“huesos del aire del Río Colorado”). Aunque los investigadores ya se quedaron muy contentos con el hallazgo de un esqueleto tan bien conservado, el descubrimiento adquirió más importancia cuando empezaron a comprender que sus huesos preservaban las marcas características de un sistema respiratorio como el de las aves.

Llevó tiempo llegar a este conocimiento. Los técnicos en los laboratorios pasaron años limpiando y escaneando los huesos que estaban incrustados en roca dura, para revelar finalmente la evidencia de sacos de aire adentro de la cavidad corporal del Aerosteon. Anteriormente los paleontólogos habían encontrado solo indicios sugestivos en el espinazo, esto es afuera de la cavidad con los pulmones.

Wilson trabajó con Sereno y el resto del equipo para describir e interpretar científicamente el hallazgo. Las vértebras, clavículas y huesos de cadera muestran pequeñas aperturas que conducen a espacios mayores y huecos que deben haber estado cubiertos con una fina capa de tejido suave y llenos con aire cuando el animal estaba vivo. Estas cámaras resultan de un proceso llamado neumatización por el cual los sacos exteriores de los pulmones invaden los huesos. Los huesos llenos de aire son la característica del sistema de fuelles con que respiran las aves y también se encuentran en los saurópodos, los dinosaurios de largo cuello y larga cola que Wilson estudia.

“En los saurópodos, la neumaticidad fue clave para la evolución del cuerpo de tamaño grande y el cuello largo; en las aves es la clave de la evolución de un esqueleto liviano y el vuelo”, dijo Wilson. “La historia antigua y la senda evolucionaria de esta característica están llenas de vuelcos sorprendentes, cuya explicación debería dar cuenta de su presencia en un enorme predador como el Aestereon y en herbívoros como el Diplodocus al igual que en la gallina”.

En el artículo de PLoS ONE el equipo ofrece tres posibles explicaciones para la evolución de sacos de aire en los dinosaurios: el desarrollo de un pulmón más eficiente; la reducción de la masa superior del cuerpo en los corredores de dos patas; y la liberación de calor corporal excesivo.

Sereno, un Explorador Residente de National Geographic, dijo que a él le intriga especialmente la pérdida de calor, dado que es probable que el Aerosteon fuese un predador de alta energía con plumas pero sin las glándulas de transpiración que poseen los pájaros. Con una longitud de aproximadamente 10 metros y con el paso casi de un elefante, el Aerosteon bien puede haber usado un sistema de aire bajo la piel para liberarse del exceso de calor.

Además de Sereno y Wilson, los coautores del artículo en PLoS ONE incluyen a Ricardo Martínez y Oscar Alcober de la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, David Varricchio de la Universidad estatal de Montana, y Hans Larsson de la Universidad McGill. La expedición que condujo al hallazgo tuvo el apoyo de National Geographic Society y la Fundación David and Lucille Packard.

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