ANN ARBOR, Michigan—Súmele otro beneficio ambiental al cultivo a la sombra del café en América Latina: los investigadores de la Universidad de Michigan sostienen que la técnica aminorará los daños del cambio climático en las próximas décadas.
A lo largo de las tres últimas décadas muchos cafeteros latinoamericanos han abandonado las técnicas tradicionales de cultivo a la sombra, con la cual las plantas crecen bajo una bóveda diversa de árboles. En un esfuerzo por aumentar la producción gran parte de los cultivos se han convertido en “café al sol”, lo cual requiere la disminución o eliminación de la cubierta forestal.
Las plantaciones a la sombra promueven la biodiversidad porque proporcionan un refugio a los pájaros y otros animales. También requieren menos fertilizantes, pesticidas y herbicidas sintéticos que las plantaciones de café al sol.
En la edición de octubre de la revista BioScience, tres investigadores de la UM señalan que los cultivos a la sombra también protegen a las plantas de café durante los cambios meteorológicos extremos, como las sequías y las tormentas fuertes. Los modelos de clima vaticinan que en las próximas décadas se harán más frecuentes los acontecimientos meteorológicos extremos a medida que sigan aumentando los niveles de dióxido de carbono que retiene el calor en la atmósfera.
Los científicos de la UM advierten sobre los riesgos que encaran los cultivadores latinoamericanos sujetos a los “programas de intensificación del café” -un conjunto de tecnologías que incluye la disminución de la bóveda forestal y el uso de cepas de café de alto rendimiento que crecen mejor bajo la luz directa del sol, y les instan a que consideren la alternativa del cultivo de café a la sombra.
“Ésta es una advertencia contra la continuación de esta tendencia hacia sistemas más intensivos”, dijo una de las autoras, Ivette Perfecto, de la Escuela de Ambiente y Recursos Naturales de la UM. “El café a la sombra es ideal porque amortigua el impacto una del cambio climático sobre el sistema al tiempo que protege la biodiversidad”.
Perfecto ha estudiado la biodiversidad en las plantaciones cafetaleras latinoamericanas durante veinte años. La autora principal del estudio que se publica en BioScience es Brenda Lin, cuya disertación doctoral de 2006 en la UM examinó la variabilidad microclimática bajo diferentes condiciones de sombra en las plantaciones de café mexicanas.
Lin es actualmente académica de política de ciencia y tecnología en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS por su sigla en inglés) en Washington. El otro autor del artículo de BioScience es John Vandermeer, del Departamento de Ecología y Biología Evolucionaria en la UM.
El sustento de más de 100 millones de personas en todo el mundo está vinculado a la producción de café. En América Latina la mayoría de los cafetales carece de irrigación y depende solamente de la lluvia, lo cual los hace especialmente vulnerable a las sequías y las oleadas de calor.
Los árboles de sombra ayudan a atenuar los efectos de las sequías y las oleadas de calor manteniendo un microclima fresco y húmedo bajo la bóveda forestal. El rango de temperaturas óptimas para el cultivo del café Arábica común es de 64 a 70 grados Fahrenheit (17,7 a 21 grados Celsius). Los árboles de sombra asimismo actúan como barreras para el viento durante las tormentas y ayudan a reducir el deslave y la erosión de los suelos.
El trabajo de Lin en el sur de México mostró que las plantaciones a la sombra tienen una mayor disponibilidad de agua que las plantaciones al sol, en parte debido a las menores tasas de evaporación de las matas de café y del suelo. La mayor sombra también reduce las temperaturas entre las 10 de la mañana y las 2 de la tarde, cuando las matas de café del sur mexicano experimentan la mayor tensión por el calor.
“Estas dos tendencias -el incremento de la intensificación agrícola y la tendencia hacia acontecimientos meteorológicos extremos más frecuentes- se concertarán aumentando la vulnerabilidad de los agricultores”, dijo Lin. “Deberíamos sacar ventaja de los servicios que proporcionan naturalmente los ecosistemas, y usarlos para proteger el sustento de los agricultores”.
El estudio tuvo financiación de David L. Boren Fellowship del Programa de Educación de Seguridad Nacional, la Fundación Lindbergh y la Fundación Nacional de Ciencias.
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