Noticias

Una cuestión de cultura

21/07/2009

La lucha por los alojamientos para minorías

Por James Tobin



ANN ARBOR, Michigan.— En diciembre de 1971 las estudiantes alojadas en Stockwell Hall presentaron una lista de quejas que mostraba un lamentable estado de las relaciones raciales en el dormitorio exclusivamente femenino. Las jóvenes afirmaron que sufrían “desigualdades groseras” y hostigamiento racial; que los visitantes negros era tratados de mala manera por el personal y las estudiantes blancas; que las bedeles blancas residentes habían entrado en los dormitorios, bajo llave, de las estudiantes negras en infracción de los contratos de arriendo de las alumnas; que las actividades sociales de Stockwell eran diseñadas por, y para, las blancas; que a las estudiantes blancas que se quejaban porque tenían que compartir la habitación con una negra pronto se les reasignaban compañeras blancas. Las estudiantes negras en otros dormitorios expresaron quejas similares.

“Las estudiantes negras y las blancas, particularmente en los dormitorios, parecen sufrir no tanto por el racismo descarado como por la falta de intención entre unas y otras”, según el Daily.

“Las blancas tratan de ignorar a las negras tanto como puedan”, dijo Harvey Slaughter, un consejero en East Quad, “y las negras tatran de ignorar a las blancas tanto como les sea posible”.

Dos años antes, en la primavera (hemisferio norte) de 1970, un movimiento estudiantil de protesta que se denominó Black Action Movement, había logrado concesiones significativas de la administración de la Universidad. Después de ocho días de huelgas estudiantiles y la atención de los medios de prensa nacionales, los funcionarios se habían comprometido a financiar y estimular los esfuerzos por elevar la matriculación de negros de menos del dos por ciento al diez por ciento en tres años. El dinero se había provisto, según lo prometido. Pero los estudiantes decían ahora que la Universidad se enfocaba meramente en los números —dólares de ayuda financiera y cifra de estudiantes negros admitidos— pero no prestaba atención suficiente a los problemas que tenían los estudiantes negros para ajustarse a la vida en un ambiente mayoritariamente blanco.

En enero de 1972 algunos estudiantes propusieron una alternativa radical llamada “Unidades Culturales Afroamericanas de Vivienda”. Los pisos cinco y seis de South Quad y un corredor en Stockwell — unos 400 espacios— se reservarían para los estudiantes “que tuviesen un interés en la cultura africana y afroamericana, sin consideración de raza, color y religión”. Sin expresarlo abiertamente las propuestas implicaban que la integración racial en la Universidad de Michigan, simplemente, no funcionaba bien.

Aquello fue un plato difícil de tragar para muchas personas que habían apoyado el movimiento de los derechos civiles de la forma que lo entendía la mayoría de los blancos, con su ideal de una sociedad que no se fijase en el color de la piel. El presidente de la UM, Robben Flemming, quien se reservó un juicio por un tiempo, resumió así la división de opiniones:

“Los argumentos que yo escucho son, más o menos, estos: la mayoría de los promotores de los derechos civiles habían pensado, por muchos años, que la forma principal de resolución de las tensiones raciales era una mayor integración. Debido a que esta propuesta (para las Unidades Culturales Afroamericanas de Vivienda) sin duda tendría el resultado de facto de atraer, principalmente, a los estudiantes negros a unidades de alojamiento específicas, se le considera como un paso hacia atrás en la integración… El argumento contrario es que la integración puede ser un ideal, pero no existe en el presente y por lo tanto deberíamos reconocer las etapas de transición. Muchos de nuestros estudiantes blancos y negros que vienen a la Universidad han tenido poca exposición recíproca anteriormente, y es demasiado esperar que las tensiones desaparezcan cuando se les ponga juntos por primera vez”.

El debate se intensificó. La Liga Urbana de Detroit apoyó el plan, pero la NAACP (siglas que corresponden, en inglés, a la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color), la calificó como “un paso que se aleja, o que en realidad retrocede, de la integración”. Los medios nacionales de prensa empezaron a llamar. Un estudiante con habilidad en la lidia con los medios, Lee Gill, que presidía el Consejo de Minorías de South Quad (y fue luego presidente del Consejo de Gobierno Estudiantil), dijo al diario The New York Times que el plan permitiría que los estudiantes “establecieran una base de poder. Esto no es una segregación del tipo sureño. Ésta es solo una oportunidad para que los estudiantes negros se congreguen”.

Carl Cohen, profesor de filosofía de la UM que entonces presidía la seccional Michigan de la Unión de Libertades Civiles (ACLU), replicó: “Si dejamos que un grupo se congregue para que sus miembros vivan juntos, entonces tendremos que ser coherentes. Tendremos que dejar que los graduados de escuelas secundarias vivan juntos aparte, si así lo quieren, o los jugadores de fútbol, o los católicos”

Los estudiantes confundieron las expectativas de ambos bandos.. Una encuesta de la División de Vivienda encontró que 112 estudiantes negros y 110 estudiantes blancos estaban listos para anotarse para vivir en esos espacios.

La División de Vivienda dio su aprobación. Y también la dio Fleming.

En una tensa reunión, con la sala repleta de público, los Regentes escucharon a ambos bandos y salieron con opiniones divididas.

“Los negros buscan una niñera”, dijo Robert Brown, un regente de Kalamazoo.

“No tenía idea de que hubiese aquí tales tensiones raciales”, dijo Gertrude Huebner, una regente de Boomfield Hills. “Pensé que estábamos mucho mejor. Me siento muy deprimida”.

Se esperaba que los Regentes siguieran la pista de Fleming y aprobaran el plan. Pero no lo aprobaron. Cuando el abogado principal de la Universidad, Roderick Daane, dijo que el plan podía violar la Enmienda 14 y la Ley de Equidad en la vivienda de 1968, la junta regente lo rechazó por unanimidad.

Pero los Regentes dejaron en claro que habían prestado atención a los reclamos de los estudiantes negros. Reconociendo “las fallas graves en as áreas de asesoramiento y consejería, bedeles de dormitorio y el tratamiento de las diferencias en estilos de vida2, como lo expresó el regente Lawrence Lindemer, ordenaron a la administración que explorara los problemas que tenían los estudiantes negros para adaptarse a un campus de mayoría blanca, y que desarrollara planes para atender sus necesidades.

El resultado más conspicuo fue la constelación de salones estudiantiles dedicados a minorías, comenzando en South Quad y Stockwell, que se desarrollaron en el tiempo en todos los edificios de residencias de la Universidad. Estos salones, a menudo controvertidos en sí mismos, simbolizan el balance pragmático que emergió del episodio a comienzos de la década de 1970. La integración persistiría como la regla dominante en el alojamiento universitario.

Pero a los estudiantes de color —primero los afroamericanos, luego los indígenas norteamericanos, los latinoamericanos, y los de ancestro asiático— se les ha reconocido como grupos culturales con una necesidad particular de sitios y programas que afirmen su identidad de grupo y les ayude a ajustarse a la vida en una población de mayoría blanca. Otras muchas universidades han seguido el ejemplo de Michigan.

Casi treinta años después, en 2000, la UM publicó los resultados en un estudio detallado de las actitudes de sus estudiantes acerca de las relaciones raciales y la diversidad cultural en el campus. Los autores concluyeron:

“A los estudiantes de color el compromiso de la Universidad con la diversidad no solo les brinda una oportunidad de interactuar con otros grupos y culturas, y de aprender acerca de ellos, sino que también da legitimidad a las experiencias y las contribuciones culturales únicas de sus propios grupos Los estudiantes de color, en particular los afroamericanos, responden a este reconocimiento de la peculiaridad de experiencias de los diferentes grupos aprendiendo acerca de su propio legado, e incrementando su sentido de identidad de grupo. Los estudiantes blancos respondieron a ello de manera más ambivalente. Si bien… la mayoría de los estudiantes blancos está de acuerdo con el principio de pluralismo cultural, también les preocupa que la acentuación de las diferencias de grupos pueda ser polarizante, pueda inhibir la honestidad de las relaciones entre grupos, y pueda aminorar la capacidad de los estudiantes blancos y de los estudiantes de color de relacionarse unos a otros ‘como individuos’… A pesar de la tensión entre el individuo y las orientaciones de grupo que es central en el debate nacional sobre el multiculturalismo, la mayoría de los estudiantes blancos, al igual que la mayoría de los estudiantes de color, sienten que el compromiso con la diversidad encarnado en el plan de diversidad el campus ha tenido un impacto positivo en su experiencia académica”.

Contacto (español):
Vivianne Schnitzer, vsh@umich.edu
Teléfono: (734) 276-9027