ANN ARBOR, Michigan.— A pesar de la creciente preocupación por la obesidad como un problema de salud pública y las persistentes presiones sociales según las cuales la figura esbelta es más bella, las mujeres jóvenes hacen menos ejercicio que los varones. Y la práctica de ejercicios entre las jóvenes negras ha disminuido significativamente entre 1984 y 2006, según un estudio de la Universidad de Michigan que se publicará en la edición de octubre de la revista American Journal of Public Health.
El estudio es uno de los primeros que analiza las pautas a largo plazo de actividades relacionadas con el peso, y que evalúa cómo esas pautas varían por género, raza y grupo étnico, y el status socioeconómico.
Las disparidades en los comportamientos relacionados con la salud, según el estudio, son coherentes con las desigualdades en la prevalencia de la obesidad, especialmente entre las mujeres jóvenes, según Philippa Clarke, autora principal del estudio que trabaja en el Instituto de Investigación Social (ISR) de la UM.
El estudio se sustenta en datos obtenidos cada dos años acerca de 17.314 hombres y mujeres que tenían edades de 19 a 26 años entre 1984 y 2006. Los participantes formaban parte de un contingente para seguimiento obtenido del Estudio de Observación del Futuro, conducido por el ISR. El análisis fue financiado por la Fundación Robert Word Johnson, como parte del Proyecto Juventud, Educación y Sociedad, también del ISR.
Para este estudio los investigadores observaron las tendencias a lo largo de un período de 23 años en seis comportamientos diferentes relacionados con la salud. Midieron cuán a menudo los participantes decían que tomaban un buen desayuno, comían algunas verduras y frutas, cuán a menudo hacían ejercicio vigoroso (trote, natación o calistenia), cuán a menudo dormían por lo menos siete horas, y cuánta televisión miraban en un día promedio de la semana.
“Es cada vez más aceptado el argumento de que la epidemia de obesidad ocurre en un ambiente que produce una brecha de energía, es decir donde la ingesta de energía excede el consumo de energía aún en cantidades tan pequeñas como un exceso de 100 calorías por día”, escribieron Clarke y sus coautores Patrick O’Malley, Lloyd Johnson, John Schulenberg y Paula Lantz, todos investigadores del ISR.
La determinación de que las mujeres jóvenes hacen menos ejercicio que los hombres jóvenes sugiere que las diferencias en el consumo de energía pueden desempeñar un papel en las disparidades por género que se aprecian en la obesidad y el exceso de peso.
La frecuencia del consumo de frutas y verduras se mantuvo relativamente estable entre las mujeres jóvenes pero disminuyó significativamente entre los hombres jóvenes. Los jóvenes, asimismo, dieron cuenta de que toman desayuno con menos frecuencia que las mujeres jóvenes.
Tanto los hombres como las mujeres informaron de una disminución sostenida en la frecuencia con la que duermen por lo menos siete horas cada noche.
A pesar de la atención que se da al tiempo que se pasa mirando televisión como un determinante importante de la obesidad, los investigadores encontraron que el tiempo que los hombres y las mujeres jóvenes pasan mirando televisión se mantuvo relativamente estable.
Cuando los investigadores compararon los comportamientos de diferentes grupos étnicos y raciales encontraron diferencias mayores. Por ejemplo, aunque las mujeres blancas mostraron un incremento sostenido de la frecuencia con que toman desayuno, la trayectoria de las mujeres negras no hispanas declinó hasta 1996 y empezó a aumentar recién en 2000.
Aunque el consumo de frutas y verduras ha cambiado poco entre los adultos jóvenes, esta parte de la dieta ha sido, de forma sostenida, más baja entre las mujeres y los hombres negros e hispanos en cualquier año.
Y aunque la frecuencia del ejercicio se ha mantenido relativamente estable entre las mujeres jóvenes en general, ha disminuido de manera sostenida entre las jóvenes negras.
Además las mujeres negras e hispanas mostraron disminuciones mayores que las mujeres blancas en la frecuencia con la que tienen, por lo menos, siete horas de sueño cada noche. Asimismo mostraron una probabilidad menor que las mujeres blancas de tomar desayuno, y de consumir frutas y vegetales.
Entre los hombres, los de condiciones socioeconómicas más bajas informaron de disminuciones importantes en las horas de sueño, después de ajustes por raza y etnicidad.
Los grupos raciales y étnicos minoritarios, y las mujeres de todos los grupos socioeconómicos más bajos, también informaron que miraban televisión más tiempo que los blancos y las mujeres de un status socioeconómico más acomodado.
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