ANN ARBOR, Michigan.— Una nueva investigación de un área de huellas fosilizadas en el sur de África muestra cómo los primeros dinosaurios hacían ajustes en tiempo real en su locomoción para lidiar con terrenos resbalosos y empinados. Las diferencias en la forma en que los primeros dinosaurios hacían estos ajustes proporcionan información sobre la evolución posterior del grupo.
La investigación, conducida por científicos de la Universidad de Michigan, la Universidad de Buenos Aires, en Argentina, y el Museo Sudafricano Iziko en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, se publicará en Internet el 6 de octubre en la revista de acceso abierto PLoS ONE.
El sitio de huellas Moyeni, en Lesotho, contiene más de 250 huellas de plantas hechas por una variedad de animales de cuatro patas a comienzos del período jurásico (hace unos 200 millones de años”, cuando las masas de tierra estaban unidas como Pangea. El sitio fue descubierto y descrito en los años 1960 y 1970 por el paleontólogo francés Paul Ellenberger, pero desde entonces no se había examinado en detalle. En su nuevo análisis del área de huellas fósiles, los investigadores crearon un mapa de alta resolución de la superficie de los trillos, usando una combinación de técnicas de mapa tradicionales y un escáner tridimensional de superficie, que registró detalles a escala de milímetro. El registro digital del sitio servirá como un archivo y sustentará la investigación futura, dijo Jeffrey Wilson, profesor asistente en el Departamento de ciencias Geológicas y curador asistente en el Museo de Paleontología.
La reinterpretación hecha por los investigadores de la geología del área de huellas indica que los dinosaurios caminaban cruzando un antiguo punto de remanso que presentaba a los animales condiciones de sustrato variables. Sobre la base del mapa, los escanes y observaciones directas del sitio Wilson y sus colaboradores Claudia Marsicano y Roger Smith interpretaron las huellas para entender cómo los dinosaurios se ajustaban a los cambios en el terreno cuando se trasladaban entre un lecho de río mojado, una ribera inclinada, y una superficie superior, chata, en el remanso donde se acumulaban arena y otros sedimentos.
“Las huellas y los trillos traen a la vida los animales de una manera que sus huesos no pueden hacerlo porque proporcionan un registro, breve pero vibrante de un animal vivo, que respira y se mueve en su ambiente”, dijo Wilson. “Si bien los huesos fosilizados pueden dar una cantidad enorme de información sobre la anatomía y fisiología de los animales extintos, las inferencias acerca de su locomoción y comportamiento son, necesariamente, indirectas”. Las huellas, en cambio, son un registro directo del comportamiento del animal.
La desventaja, empero, es que las huellas preservan nada más que la impresión de la planta de la pata del animal, lo cual da una aproximación a la identificación del animal que causó la huella. Es muy difícil identificar a las especies con una información tan limitada.
“Supóngase que corre en la playa con un grupo de amigos y después trata de identificar las huellas de los pies de cada persona”, dijo Wilson. “Puede usar características tales como el tamaño y longitud de los pies, y aún el número de dedos si es que alguien en el grupo carece de un dedo. Usamos indicadores similares para determinar qué es lo que estamos mirando, y si bien no podemos identificar las huellas al nivel de especies, podemos distinguir los grupos mayores como los ornitisquianos que comían plantas, y los terópodos que eran carnívoros”.
Después que analizaron las huellas los investigadores determinaron que los ornitisquianos cambian su forma de caminar a medida que cambiaban las condiciones de la superficie. En el lecho del río, se agachaban, adoptaban una postura en cuatro patas y se arrastraban con las patas chatas, arrastrándolas. En la ribera inclinada hacían más estrecha su postura, y aunque seguían caminando en cuatro patas levantaban las posteriores. Una vez que alcanzaban la parte alta chata y estable, pasaban a caminar en dos patas.
Por contraste los terópodos que cruzaban esa superficie no modificaban ni su postura ni su paso. Se mantenían erguidos sobre dos patas, y usaban las garras en los dedos de sus pastas para sujetarse en las superficies resbaladizas.
“Un sitio de huellas es un laboratorio natural”, dijo Smith. “Tenemos un registro de cómo animales diferentes reaccionaban al mismo conjunto de condiciones del suelo”.
Los diferentes estilos de caminar también señalan a diferentes tendencias de evolución en las dos líneas de dinosaurios, dijo Wilson. Tres veces separadas en la historia de su evolución los ornitisquianos pasaron de caminar, princpalmente, en dos patas a caminar exclusivamente en cuatro.
“Se creía que temprano en su historia de evolución tenían la capacidad de hacer ambas cosas, pero en Moyeni los tenemos sorprendidos en el acto, y podemos analizar cómo y, quizá, por qué lo hacían”, dijo Marsicano.
Los terópodos, por otra parte, nunca abandonaron su postura erguidos en dos patas. Pero porque se cree que su linaje dio origen a las aves la posibilidad de que sus garras captoras desempeñaran un papel es una consideración interesante.
“Una idea acerca de los orígenes del vuelo es que los progenitores de las aves aprendieron a volar agitando sus alas mientras trepaban por superficies inclinadas”, dijo Wilson. “En ese escenario la habilidad para sujetarse a la superficie con garras es importante”.
Los investigadores recibieron fondos del Fondo Fiduciario Científico Palenteológico, la Fundación Nacional Woodrow Wilson, y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
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Jeffrey Wilson
“Dynamic locomotor capabilities revealed by early dinosaur trackmakers from southern Africa”
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