ANN ARBOR, Michigan.— Trate de nombrar todos los animales venenosos que pueda y, probablemente, mencionará serpientes, arañas, abejas, avispas y quizá algunos sapos. Pero ¿bagres?
Un nuevo estudio realizado por el estudiante de Licenciatura de la Universidad de Michigan, Jeremy Wright, encontró por lo menos 1.250 y posiblemente hasta 1.600 especies de bagre que pueden ser venenosas, muchas más que lo que se creía. La investigación se describe en un artículo publicado en Internet el 4 de diciembre en la revista de acceso abierto BMC Evolutionary Biology.
Para que nadie se preocupe acerca de ataques de los bagres asesinos, que se sepa que, al menos en América del Norte, estos ponzoñosos con aletas usan su veneno principalmente para defenderse de peces predadores, aunque pueden infligir un toque doloroso que muchos pescadores han sufrido. (En otras partes del mundo algunos bagres tienen venenos extremadamente tóxicos que pueden ser mortales para los humanos).
Los científicos han centrado bastante atención a los venenos producidos por serpientes y arañas, pero muy pocos investigadores se han ocupado de los peces venenosos, dijo Wright, quien usó técnicas de histología y toxicología, como asimismo estudios previos de las relaciones en la evolución entre las especies de bagres, para catalogar la presencia de glándulas venenosas e investigar sus efectos biológicos.
Las glándulas de veneno de los bagres se encuentran a los lados de las espinas huesosas y agudas en los bordes de las aletas dorsal y pectoral, y estas espinas pueden erizarse cuando el bagre percibe amenazas. Cuando una espina alcanza a un predador potencial, la membrana que rodea las células de la glándula de veneno se rasga y el veneno se vuelca en la herida. En su artículo Wright describe la forma en que las ponzoñas del bagre envenenan los nervios y rompen las células rojas de la sangre, produciendo efectos tales como un dolor grave, reducción del flujo sanguíneo, espasmos musculares y estrés respiratorio. Sin embargo, dado que ninguna de las especies que él examino produce más de tres toxinas distintas en su veneno, cada especie probablemente usa sólo una parte de todo su repertorio de efectos.
Los peligros principales para los humanos que lidian con los bagres en América del Norte provienen no tanto de la picadura inicial y la inflamación, como de las infecciones bacteriales y fungales secundarias que pueden introducirse a través de la herida punzante o cuando se fragmentan en la herida partes de la espina y otros tejidos, dijo Wright. “En tales casos las complicaciones vinculadas con estas infecciones y cuerpos extraños pueden durar varios meses”.
En el aspecto de evolución, el análisis de Wright apunta a por lo menos dos orígenes independientes de las glándulas de veneno de los bagres. Además las proteínas tóxicas muestran fuertes similitudes con toxinas previamente caracterizadas que se encuentran en las secreciones de la piel del bagre y posiblemente derivan de ellas.
Se ha probado que estas toxinas en las secreciones de la piel del bagre aceleran la cura de heridas en los humanos, de forma que es posible que las proteínas de sus glándulas de veneno tengan propiedades similares. Esto es posible pero no muy probable, teniendo en cuenta los efectos conocidos de estos venenos en los humanos, pero quizá valga la pena investigarlo, indicó Wright..
“Estoy trabajando actualmente para aislar toxinas particulares y determinar sus estructuras químicas y los genes responsables por su producción”, dijo. “Es un área poco estudiada, sobre la cual hay muy poca literatura científica que pueda consultarse, y mis estudios recién empiezan. Por eso, a esta altura, queda por verse si (esas toxinas) tendrán algún valor terapéutico, aunque vale la pena señalar que las toxinas de venenos de otros organismos —serpientes, caracoles y escorpiones, por ejemplo— han servido todas para usos terapéuticos y farmacéuticos”.
Un examen más detallado de la composición química de los venenos (de los bagres) también proporcionará un conocimiento valioso de los mecanismos y factores selectivos potenciales que promueven la evolución en los peces, añadió Wright.
Wright recibió apoyo financiero del Museo de Zoología de la UM, y la Escuela Raciman de la UM.
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