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Campañas presidenciales dicen tanto de la cultura estadounidense como sobre los candidatos

 

15 Octubre 2012

Campañas presidenciales dicen tanto de la cultura estadounidense como sobre los candidatos

 

ANN ARBOR, Michigan.— Las campañas presidenciales de Estados Unidos proporcionan un observatorio único de nuestra sociedad, según un antropólogo de la Universidad de Michigan.

 

“Dice mucho acerca de nuestra cultura el que prestemos tanta atención al vestuario, los gestos y los estilos de cabellera de los candidatos presidenciales, y a su actuación en situaciones muy teatrales como los debates”, dijo Michael Lempert,  un antropólogo lingüista en la UM.

 

Lempert es coautor, con el antropólogo de la Universidad de Chicago, Michael Silverstein, del libro Creatures of Politics: Media, Message and the American Presidency, que acaba de publicar Indiana University Press. En el libro, los autores hacen la disección de la construcción y presentación del “mensaje” de un candidato presidencial que se revela mediante un personaje cuidadosamente coreografiado, compuesto de apariencia, estilo de oratoria, gestos, y una biografía pública bien empaquetada, todo lo cual tiene tanta influencia como lo que el candidato realmente diga.

 

Lempert y Silverstein consideran que la fascinación pública con este “mensaje” es una variación del voyeurismo predatorio que caracteriza la obsesión de nuestra cultura con las personas famosas.

 

“Es, realmente, la TMIcazión de la política”, dijo Lempert, en una referencia al sitio TMZ.com de internet que cubre y divulga la vida y obra de las celebridades en el mundo del espectáculo.

 

“Nos hemos habituado a esto”, añadió. “Básicamente hemos llegado a contar con la caracterización de los candidatos que este sistema ha inventado para que nos ayude a entender cuál candidato deberíamos apoyar”.

 

“Como sociedad sabemos que esto ocurre y ahora es la norma”, añadió Silverstein. “Pero seguimos teniendo cierta sensación de incomodidad porque las técnicas de mercadeo que habitualmente se aplican sólo a los productos ahora se den por sentadas en el empaquetamiento de los candidatos presidenciales”.

 

Esta incomodidad se expresa en nuestra demanda por una discusión racional “de los problemas”, y por las preguntas de los comentaristas acerca de si los candidatos que vemos son “reales” o “auténticos”.

 

“La política electoral siempre ha involucrado la presentación al electorado de un candidato con imagen pública”, dijo Lempert. “Pero las tecnologías de comunicaciones actuales y el crecimiento de las consultorías profesionales y el mercadeo político han amplificado la competencia por ser real, o por que se le vea como real. Así no sólo tenemos debates, sino que discusiones interminables  sobre  los debates. En lugar de que sean una oportunidad para hablar sobre los problemas, los debates son también una forma de teatro que permite que los espectadores le tomen la medida a los candidatos mediante su apariencia, su pronunciación, su uso de gestos, e incluso sus equivocaciones”.

 

Esto explica por qué haya existido la percepción pública de que George W. Bush, que es famoso por sus dificultades para expresarse verbalmente,  salió ganador en el debate presidencial de 2004 con John Kerry.

 

“Irónicamente se percibía a Kerry como más aristocrático sobre la base de su gramática y elocución”, dijo Silverstein. “Y por eso se le percibió como alguien que no era auténtico, real. Cuando uno observa los gazapos de Bush se da cuenta de que no fueron equivocaciones de manera alguna. Fueron esfuerzos deliberados por parecer real, como una persona regular”.

 

Silvesrtein acuñó el término “etnogazapología” para describir el estudio de la función cultural que cumplen las equivocaciones y otros tropiezos en la actuación.

 

“Bush usó esa herramienta con un gran resultado”, añadió. “Y otros políticas han usado esta técnica también, por ejemplo refiriéndose a (el presidente) Obama como Osama (bin Laden), y luego repudiando esto como un simple error”.

 

Lempert ha pasado cientos de horas analizando los gestos de los candidatos, incluido uno que usa a menudo el presidente Barack Obama: un gesto de aprehensión precisa con el cual aprieta el pulgar y la punta de su dedo índice para indicar que comunica los puntos detallados de un asunto acerca del cual sabe mucho.

 

En su primer debate con Mitt Romney, Obama no usó este gesto tan a menudo como lo ha hecho en el pasado. Solo el uno por ciento de sus gestos manuales incluyeron la aprehensión precisa, en tanto que estuvo muy por encima, el 14 por ciento en la mayoría de sus debates en 2007 y 2008.

 

“La última vez que lo ví pareció que Obama ha perdido su precisión”, bromeó Silverstein. “Pronto veremos si la ha recuperado”.

 

 

 

 

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