ANN ARBOR, Michigan.— Unos ocho millones de vidas se han salvado en Estados Unidos como resultado de las medidas contra el tabaquismo que comenzaron hace cincuenta años, según un estudio encabezado por Yale y en el cual participaron tres investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan.
Los investigadores midieron el impacto del informe pionero de la Inspección General de Salud de Estados Unidos que delineó las consecuencias mortales del uso de tabaco y la era de control del tabaquismo que le siguió. El análisis se publica en la revista
Journal of the American Medical Association.
El estudio empleó modelos matemáticos para calcular el efecto a largo plazo del informe inicial y las medidas contra el tabaquismo que le siguieron en el último medio siglo. Estos esfuerzos acumulados han modificado significativamente las actitudes y comportamientos públicos en relación con los cigarrillos y otros productos de tabaco, señalan los investigadores.
El autor primero, Theodore Holford, profesor de bioestadísticas y miembro del Centro Yale de Cáncer, y otros seis investigadores —cinco de ellos afiliados con la Red de Intervención de Cáncer y Modelo de Supervisión (CISNET) del Instituto Nacional del Cáncer— encontraron que si bien unos 17,6 millones de personas en EE.UU. han muerto desde 1964 por causas relacionadas con el tabaquismo, ocho millones de vidas se han salvado como resultado de las medidas cada vez más estrictas de control del tabaco que comenzaron después de la publicación del informe el 11 de enero de 1964.
De las vidas que se han salvado aproximadamente 5,3 millones fueron hombres y 2,7 millones mujeres. El número total de vidas salvadas se traduce en un cálculo de 157 millones de año de vida, con una media de 19,6 años por cada persona beneficiada, señalaron los investigadores.
“Con estos esfuerzos se ha evitado un 31 por ciento de muertes prematuras, pero lo más alentador es el progreso sostenido que se ha logrado en el último medio siglo a partir de un modesto 11 por ciento en la primera década hasta el 48 por ciento del cálculo de lo que hubiésemos tenido entre 2004 y 2012 en ausencia de controles del tabaco”, dijo Holford.
“Hoy, un hombre de 40 años de edad tiene en promedio una expectativa de vida de 7,8 años más que lo que hubiese tenido en 1964, y un 30 por ciento de esa mejoría puede atribuirse al control del tabaco. Las ganancias para las mujeres han sido levemente menores, con 5,4 años, pero el control del tabaco todavía representa el 29 por ciento de ese beneficio”.
El equipo investigador usó datos recolectados por el Centro Nacional para Estadísticas de Salud entre 1965 y 2009 y recreó resúmenes de vida de fumadores para grupos nacidos en cada año a partir de 1865. Estos se usaron junto con las estadísticas nacionales de mortalidad y los estudios que siguieron a grandes grupos de población para calcular las tasas de mortalidad de acuerdo con el estatus de fumadores. Ello permitió calcular el impacto de escenarios alternativos para lo que hubiese ocurrido si la era de control del tabaco no hubiese existido.
Rafael Meza, profesor asistente de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la UM e investigador coordinador principal del Grupo Pulmonar en CISNET, dijo que aunque otros estudios anteriores también procuraron cuantificar los beneficios del control del tabaco, éste es el examen más integral y actualizado de los avances en la expectativa de vida y las muertes evitadas debido al control del tabaco en EE.UU. desde 1964.
“Recreamos cuidadosamente los cambios en la prevalencia del tabaquismo y las tasas de mortalidad por género, edad y condición de fumadores o no fumadores para todos los contingentes por nacimiento en EE.UU. remontándonos a 1864, y luego exploramos qué hubiese ocurrido en ausencia de control del tabaco”, explicó Meza.
La advertencia en 1964 fue divulgada por el entonces Inspector General de Salud, Luther Terry. Muchos la consideran un momento crucial en la salud pública estadounidense y la señal de partida para un esfuerzo que ha continuado para convencer a la gente para que deje de fumar.
Terry convocó a un comité de especialistas que revisaron unos 7.000 artículos científicos y trabajaron con más de 150 consultores para formular las conclusiones del informe. Se divulgó un sábado a fin de generar la máxima cobertura periodística en los diarios del domingo. Años después de su publicación Terry se refirió a la publicación del informe como una “bomba”.
Desde entonces el informe ha generado otros numerosos esfuerzos en varios niveles del gobierno para restringir el tabaquismo. Esto ha incluido la etiqueta, ahora bien conocida, de advertencia de la Inspección General de Salud que está en un costado de las cajas de cigarrillos, como asimismo mayores impuestos, restricciones sobre la publicidad y el límite de las áreas públicas donde se permite fumar, junto con programas y productos que ayudan a que los usuarios se libren del hábito de fumar.
Si bien el porcentaje de fumadores en Estados Unidos ha disminuido significativamente en las décadas pasadas todavía hay unos 44 millones de personas en el país que fuman, eso es alrededor del 20 por ciento de la población.
“El control del tabaco representa una de las historias más grandes de éxito en la salud pública durante el último medio siglo”, dijo el co autor Kenneth Warner, Profesor Universitario Distinguido Avedis Donabedian de Salud Pública en la UM. “al mismo tiempo, el tabaquismo, causa de una de cada cinco muertes en Estados Unidos, sigue siendo la causa individual más importante de mortalidad prematura y evitable en nuestra sociedad. Debemos atacar el problema con un compromiso renovado usando las intervenciones documentadas para la reducción del tabaquismo y, quizá, nuevos enfoques regulatorios. La tarea de controlar el tabaco está lejos de haberse completado”.
Además de Holford, Meza y Warner los autores incluyen Clara Meernik de la Escuela de Salud Pública de la UM; Jihyoun Jeon y Suresh Moolgavkar del Centro Fred Hutchinson de Investigación del Cáncer; y David Levy del Centro Integral Lombardy de Cáncer en la Universidad de Georgetown.
Este estudio se financió en parte por una concesión del Instituto Nacional del Cáncer (R01-CA-152956).