Contacto (español):
Juan OchoaContacto (inglés):
Kim North Shine
Teléfono: 313-549-4995
Cincuenta años de cambios económicos han impactado a algunos estadounidenses, especialmente a aquellos con menor educación, quienes no solo se han quedado atrás sino que presentan peor salud y vidas más cortas, según una nueva investigación.
El estudio, publicado en Epidemiology y dirigido por Arline Geronimus, profesora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan y miembro de la Academia Nacional de Medicina, analizó el impacto de la reestructuración macroeconómica en comunidades locales, así como su efecto en el aumento de las desigualdades en salud y expectativa de vida vinculadas al nivel educativo.
Geronimus y su equipo descubrieron que el declive económico prolongado redujo la expectativa de vida, especialmente en adultos con menores niveles de educación.
El estudio, que analizó datos de 1990 a 2017, reveló que los estadounidenses en regiones con estancamiento económico enfrentan mayores niveles de estrés, tasas más altas de enfermedades crónicas y una expectativa de vida entre 1 y 2 años menor en edades comprendidas de los 25 a los 84 años, comparados con quienes vivían en zonas más prósperas.
“Estos hallazgos sugieren que las transformaciones estructurales de la economía en el último medio siglo han tenido impactos profundos y duraderos en la salud, especialmente entre los trabajadores con menor educación”, señalaron los autores.
Geronimus enfatizó que el estudio “confirma que la reestructuración económica de las últimas décadas perjudicó desproporcionadamente la expectativa de vida, golpeando más fuerte a adultos con menos estudios, tanto blancos como negros, lo que disparó las tasas de mortalidad y años de vida perdidos en las comunidades más afectadas por la crisis económica”.
La investigación analizó cómo los cambios económicos afectaron diversas regiones de Estados Unidos, con el objetivo de determinar si ampliaron las diferencias en expectativa de vida según nivel educativo, así como los factores de salud más determinantes.
La investigación demostró que el desempleo, la inestabilidad laboral y otros impactos de la globalización y tecnología generaron mayor estrés en grupos vulnerables.
“La capacidad de los trabajadores con menor educación para cubrir sus necesidades básicas, evitar la inseguridad alimentaria o acceder a atención médica ha sido constantemente desafiada desde 1980”, explicó Geronimus. “Estos trabajadores enfrentan la adversidad económica y exclusión social con estrategias de alto esfuerzo.
“Por ejemplo, trabajar en múltiples empleos mal remunerados, reflejando la creencia de que su incertidumbre económica puede superarse con esfuerzo y tenacidad. Sin embargo, ante fuertes vientos en contra sociales, esta resistencia acumulativa puede generar desgaste físico -lo que llamamos ‘weathering’ o erosión biológica- en sistemas corporales críticos, aumentando el riesgo de enfermedades cardiometabólicas y cánceres”.
La expectativa de vida en este grupo se ha estancado durante el último medio siglo, un fenómeno que comenzó mucho antes de la pandemia de COVID-19, señaló Geronimus. Este estancamiento coincidió con el deterioro de las oportunidades económicas para los adultos con menor educación, cuyos empleos desaparecieron debido a la globalización y los cambios tecnológicos.
Contrario a lo que suele creerse, el estudio encontró que el aumento en muertes por suicidio o abuso de sustancias no fue la causa principal de la brecha en expectativa de vida. La diferencia se debió principalmente a una mayor mortalidad por cáncer, enfermedades cardiovasculares y metabólicas, así como otras condiciones asociadas al estrés crónico.
“Es importante aclarar que estos hallazgos no minimizan la gravedad de la epidemia de opioides en el siglo XXI en Estados Unidos, ni la necesidad de atenderla”, enfatizó Geronimus. “Simplemente muestran que factores como el mercadeo dirigido y la sobreprescripción de opioides en las primeras décadas de la epidemia, junto con el creciente suministro y fácil acceso al fentanilo, un opioide sintético extremadamente letal, en la última década, son las causas fundamentales de esta crisis de salud pública.”
Los investigadores destacaron que reducir las muertes por enfermedades crónicas requerirá medidas sociales para igualar oportunidades laborales, no solo promover cambios en el comportamiento individual. Además, hicieron un llamado a los responsables de políticas económicas y de salud para que consideren los impactos en la salud que generan los grandes cambios estructurales en la economía, particularmente en los trabajadores con menor educación.
Entre los coautores del estudio se encuentran: Timothy Waidmann y Vincent Pancini del Urban Institute, John Bound de la Universidad de Michigan y la Oficina Nacional de Investigación Económica, y Meifeng Yang también de la U-M.
Escrito por Kim North Shine de Michigan News, adaptado al español por Juan Ochoa de Michigan News.