ANN ARBOR, Michigan.— Mientras se desarrolla otra ronda de negociaciones entre israelíes y palestinos un nuevo estudio de la Universidad de Michigan documenta el terrible impacto que la violencia inflinge a los niños de la región.
Los niños que se crían en Palestina e Israel sufren, no sólo, las consecuencias físicas directas de la violencia sino que quedan también marcados psicológicamente por los altos niveles de violencia que presencian, según el estudio, presentado meses atrás en la Sociedad Internacional para la Investigación sobre la Agresión.
Casi el 50 por ciento de los niños palestinos con edades de 11 a 14 años dieron cuenta de haber visto a otros palestinos alterados o llorando porque alguien a quien conocían o querían había sido muerto por los israelíes. Casi la misma proporción de niños informó que había visto a otros palestinos heridos o muertos, yaciendo en camillas o en el suelo, como resultado de los ataques israelíes en el último año.
Para los niños israelíes las cifras fueron más bajas pero, aún así, enormemente altas. Más del 25 por ciento de los niños judíos israelíes en el mismo grupo de edad informó que había visto a otros israelíes alterados o llorando porque alguien a quien conocían o querían había sido muerto por los palestinos, y casi el 10 por ciento dijo que había visto directamente a otros israelíes heridos o muertos, en camillas o en el suelo, como resultado de ataques palestinos en el último año.
“Los resultados muestran que los niños palestinos, en particular, presencian cantidades extraordinarias de violencia muy impactante en sus vidas cotidianas”, dijo el psicólogo Rowell Huesmann, director del Centro de Investigación para Dinámicas de Grupo en el Instituto de Investigación social (ISR por su sigla en inglés) de la UM e investigador principal en el proyecto. “Esta exposición es muy deletérea. Está asociada con incrementos sustanciales de síntomas del estrés post traumático y aumentos del comportamiento agresivo dirigido a sus pares”.
Los niños que presenciaron más violencia experimentaban los niveles más altos de temor, ansiedad, pesadillas y pensamientos incapacitantes, según los resultados del primer año del estudio longitudinal, programado para tres años, de 1.500 niños con edades entre 8 y 14 años. Por ejemplo, más del 70 por ciento de los niños árabes israelíes que habían visto esos incidentes tenían pesadillas frecuentemente.
Algo más inquietante fue comprobar de que los jóvenes, tanto palestinos como israelíes, que habían visto más violencia eran significativamente más propensos a abofetear, atacar al cuello, dar puñetazos, golpear o amenazar a otros de su mismo grupo con un cuchillo o un arma de fuego. Por ejemplo el 51 por ciento de los jóvenes con los niveles más bajos de exposición a la violencia dijo que había cometido al menos uno de estos actos agresivos en el último año comparado con el 71 por ciento de los jóvenes expuestos a los niveles más altos de la violencia.
“Estos resultados indican que los niños palestinos, en particular, presencian cantidades extraordinarias de violencia muy impactante en sus vidas cotidianas y cuanto más expuestos están a la violencia, más ansiedad experimentan y su comportamiento se torna más agresivo”, dijo el psicólogo del ISR, Eric Dubow, quien junto con Paul Boxer de la Universidad Rutgers es co investigador principal del proyecto.
El estudio los financiaron el Instituto Nacional de Salud y Desarrollo Infantil y el Centro Fogarty para Estudios Internacionales, y es una colaboración entre el ISR, la Universidad Hebrea en Jerusalén, y el Centro Palestino de Investigación de Política y Encuesta, en Ramalá.
Los investigadores también demostraron que la relación entre la exposición a la violencia y la agresión y la ansiedad no se debe a otras características del joven o de su familia. Y aunque la exposición a la violencia vinculada con la guerra aparentemente estimula también más violencia en la familia y la comunidad, los análisis mostraron que los efectos sobre los síntomas del estrés post traumático y el comportamiento agresivo son un resultado directo de la exposición a la violencia vinculada con la guerra.
“Debido a las técnicas avanzadas de muestreo y entrevista que usaron nuestros colaboradores –Khalil Shikaki en el Centro Palestino y Simha Landau en la Universidad Hebrea- creemos que estos son los datos más precisos recolectados hasta ahora sobre este asunto en cualquier parte del mundo”, dijo Huesmann, quien fue recientemente admitido en el Foro de Medicina sobre Violencia Global de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU. “Dada la evidencia científica acumulada que muestra que la exposición a la violencia estimula la agresión, algunos de estos resultados no son sorprendentes. Sin embargo no es tan conocido el hecho de que la exposición a la violencia de guerra cometida contra tu propio grupo por otro grupo incrementa tu comportamiento agresivo hacia miembros de tu propio grupo”.
“La verdad es que la violencia es una enfermedad contagiosa tal como la viruela o el tifus, y los niños son particularmente susceptibles al contagio. En el Oriente Medio la violencia ha alcanzado proporciones de una epidemia entre los niños y la mayoría de ellos está infectada. El tejido de cicatriz que dejan estas infecciones quizá nunca desaparecerá, pero las nuevas infecciones entre los niños podrían reducirse si los israelíes y palestinos resolvieran su conflicto. El conocimiento del impacto psicológico devastador de la violencia sobre sus niños debería ser un incentivo adicional para que solucionen este conflicto”.
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